Hablamos muchas veces de que el fútbol es injusto. Que en ocasiones, se decide por detalles que pueden llevarte a la gloria o al ocaso. Que jugar bien y chutar más que el rival no es suficiente. Y que algunos jugadores no merecen los decepcionantes finales que recibieron.
Sin embargo, el fútbol también ha demostrado ser clemente. Concede, casi siempre, más de una oportunidad. Los hay quienes las desaprovechan -el Valencia, por ejemplo, tuvo dos finales de Liga de Campeones consecutivas- y los hay quienes reescriben la historia -Robben olvidó sus fallos ante el Chelsea para marcar el gol decisivo ante el Dortmund-. El Argentina-Colombia de anoche tuvo precisamente mucho de viejos recuerdos, ocasiones fallidas y sueños por cumplir.
Colombia ha disfrutado, como los gatos, de siete vidas en esta Copa América. El gol de Jaison Murillo tras un rechace ante Brasil hizo olvidar la derrota con Venezuela. Había que ganar a Perú, pero los cafeteros fueron incapaces de perforar la meta de Gallese. Un pacto entre brasileños y venezolanos era el fin, pero la canarinha quiso ganar y lo hizo (2-1). Los de Pékerman se salvaron por un balón al que no llegó Miku por centímetros. Puede que ante Argentina jugaran el peor partido del torneo -ni un sólo tiro a puerta en más de una hora-, pero Ospina se vistió de héroe para firmar la mejor actuación de un portero en esta Copa y dos de las mejores paradas que se han visto nunca.
Sobrevivieron hasta llegar a los penaltis, donde, ya en muerte súbita, tuvieron posibilidad de ventaja hasta en tres ocasiones. Las desperdiciaron todas. Colombia se marcha de Chile con un sólo gol en cuatro partidos. Sin tantos de una delantera formada por Falcao, Teo Gutiérrez, Jackson Martínez, Bacca, Ibarbo y Muriel. Cuajando actuaciones radicalmente contrarias a las que se vieron en el Mundial de Brasil. Y malgastando todas las oportunidades que se cruzaron en su camino.
Argentina, que ni mucho menos está realizando un gran torneo, mereció ganar holgado. Pero estuvo a un penalti de quedarse fuera, otra vez en cuartos de final, por la falta de eficacia de sus puntas. Si los arietes de Colombia son más que atractivos, los de la Albiceleste son temibles: Messi, Agüero, Tévez, Di María, Higuaín, Lavezzi... todos jugaron -salvo el Pipa- y ninguno pudo batir a Ospina. Argentina sólo ha ganado dos partidos en esta edición, los dos por 1-0, y pese a que esta vez dominó el encuentro de principio a fin, se le pide más a la que se presupone como la favorita para llevarse el cetro.
Fue lo que le pasó hace cuatro años ante Uruguay. Fueron mejores, llevaron el peso del partido y tuvieron múltiples ocasiones, pero el pase a semifinales se decidiría en los penaltis. Tévez fue el encargado de tirar el que le coronaría como héroe o como señalado de la derrota. Y lo falló. Muslera adivinó la dirección y paró en dos tiempos. La cara de El Apache lo decía todo.
Sin embargo, repetimos, el fútbol casi siempre da una segunda oportunidad. Y pese a que el Tata se negó a incluirle entre los cinco lanzadores para protegerle, el destino quiso que, a la séptima ocasión, Carlos Tévez enfilara el punto de penalti. Y no lo desaprovechó. Su disparo alcanzó el fondo de las redes, y Argentina estaba en semifinales. Su cara era de rabia, de haber soñado con esa reválida, con el sueño de resarcirse de una noche aciaga. El mismo día que se anunciaba su vuelta a casa, a Boca Juniors, Tévez reescribía la historia. Su historia. Sólo le queda levantar un título por el que los argentinos suspiran desde hace 22 años. Una nueva oportunidad. Para El Apache, la última.