La selección italiana que ha caído en la fase de grupos del Europeo Sub21 de la República Checa se ha caracterizado por una continua sensación agridulce. Si bien la escuadra de Di Biagio casi nunca ha funcionado bien como bloque, valiéndose más de buenos momentos puntuales para clasificarse para el torneo y a ráfagas intentar sobrevivir sin éxito en este –biscotto mediante-, hay individualidades que sí han dejado buen sabor de boca.
El futbolista estrella de este irregular ciclo de dos años es sin duda Mimmo Berardi. Sobradamente conocido por sus buenas actuaciones las dos últimas temporadas en el Sassuolo en Serie A, seguirá en el club neroverde el próximo año pese a continuar en la órbita de la Juventus. El eléctrico extremo, decisivo como pocos, ha sufrido la soledad de ser prácticamente el único gran talento de esta Sub21 italiana. Sin acompañantes cerca, ni desde el mediocampo ni desde sus compañeros de delantera, sus buenas actuaciones en el Europeo no han servido de gran cosa.
Con él en el ataque se encontraba Andrea Belotti, el delantero centro de esta generación, tan potente, voluntarioso y oportunista como precipitado y poco técnico, que anotó el único gol de su línea con una preciosa volea ante Inglaterra a pase de Berardi. Battocchio demostró de nuevo que, pese a ser un habitual de la selección, anda muy lejos del nivel de élite y el espigado Trotta, natural de la vieja Capua y criado futbolísticamente en Inglaterra, apenas muestra buenas maneras.
A quien se echó de menos fue a Federico Bernardeschi. El extremo de la Fiorentina, de características similares a Berardi pese a ser un jugador de banda más puro, hubiera sido un compañero perfecto de ataque para el calabrés. Sin embargo, la grave lesión de rodilla que sufrió a mitad de temporada le ha impedido llegar al máximo a la cita europea y apenas disputó media hora de juego en el torneo.
El mediocampo zozobró estrepitosamente en el debut ante Suecia, contra diez futbolistas. Completamente desfondados y especialmente desacertados estuvieron el insulso Baselli y el regista Viviani, que no mostró su mejor versión en la República Checa pero dará el salto, por fin, a Serie A. Sturaro, tras su buen año en el Genoa y la Juventus como incansable perro de presa, enseñó su cara B, primero con su estúpida expulsión, luego con sus declaraciones post-partido y posteriormente con sus tweets tras la eliminación. Para olvidar.
Mejores sensaciones de sus sustitutos desde el segundo encuentro. Crisetig aportó criterio, valentía y calidad a la posición de organizador, Benassi trabajó a destajo y apareció como absolutamente inesperado goleador contra Inglaterra y el técnico Cataldi enseñó por qué Pioli ha confiado tanto en su juego en la exitosa Lazio. Eso sí, a los tres les falta dar un salto en cuanto a personalidad y ser más influyentes en el juego.
Finalmente, en defensa, tres nombres a destacar, tras su genial temporada en Serie A. Los centrales Daniele Rugani, más elegante, y Alessio Romagnoli, más expeditivo; y el siempre incisivo y a veces descuidado Davide Zappacosta como carrilero izquierdo. Sin duda, son junto a Berardi los más aprovechable de esta selección de cara al futuro. En la portería, finalmente, Bardi parece que, al igual que perdió la titularidad en el Chievo frente a Bizzarri, también está perdiendo comba de cara al futuro respecto a sus coetáneos Perin -ya en la absoluta-, Leali y Sportiello, suplentes en el torneo pero a gran nivel en sus clubes.
Los dos años de Di Biagio en la Sub21 finalizan así. Era utópico pensar en una final europea como la conseguida por la magnífica generación anterior, y de esta no parece que vayan a salir muchos fuera de serie. Eso sí, con optimismo de cara al futuro, Berardi, Rugani o Zappacosta demuestran que Italia sigue produciendo buenos jugadores en sus categorías inferiores. Que así continúe.