Seis frías líneas de comunicado: sin ofertas para su compra pasado el plazo de las 14 horas del 22 de junio de 2015. Se acabaron las prórrogas. Ya no quedan más esperanzas que alimentar. Ni más anuncios en busca de agarrarse al último tablón en medio del océano. Ni intentos de subasta que suponían un vano grito en el desierto. El Parma, el equipo que sorprendió, dominó y enamoró a gran parte de Europa, ha desaparecido.
La que finalmente se demostró como una absolutamente desastrosa gestión del club por parte de Ghirardi y Leonardi no ha dado más de sí. Con una deuda de cerca de 200 millones de euros, generada casi en su totalidad en los nueve años que pasaron ambos al frente del club -la mitad de ella solo en el último lustro-, la continuidad era inviable.
Un triste final que comenzó con la denegación de la licencia UEFA, tras ganarse el puesto europeo sobre el campo: era el primer aviso. Durante los siguientes y últimos 12 meses continuó entre rumores infundados, inversores sin dinero y ventas irrisorias hasta el catastrófico final. Hasta el punto de no poder pagar ni el agua caliente de los vestuario, hasta dos partidos tuvieron que ser aplazados, luego recuperados. Aunque el ‘show’ siguió hasta final de temporada, la fecha de caducidad estaba ya señalada, ahora superada.
En realidad, la antigua Associazione Calcio Parma, el equipo que durante los ’90, de la mano de Nevio Scala primero y Malesani después, triunfó en Italia y Europa, ya había quebrado en 2004, insolvente tras el escándalo de la Parmalat, que había financiado la escalada del club. Eso sí, entonces se pudo salvar gracias a una ley estatal tras la explosión de esa burbuja financiera. No hubo salvavidas de ningún tipo en esta última ocasión: el nuevo Parma, con otro nombre y gestión, deberá comenzar de nuevo desde categoría amateur, la Serie D como máximo.
Los tiempos de Zola y Asprilla, de Cannavaro y Crespo, de Verón y Thuram, de Buffon, Benarrivo, Sensini o Di Vaio, del dinero por castigo y el hematocrito por las nubes no quedan tan lejos en el tiempo, sí en la realidad. El equipo que ganó en apenas una década, la Coppa Italia tres veces, la Copa UEFA dos veces, y otra más la Recopa y la Supercopa de Europa y dejó una marca indeleble en una generación de aficionados al fútbol, seguirá vivo solo en la memoria.
El grupo de futbolistas que cerraron con dignidad el portalón del Tardini, con el capitán Lucarelli a la cabeza, quedan ahora libres de contrato. Oportunidad de oro -la vida sigue para ellos- para conseguir echar la mano a las grandes promesas del club -el fino volante José Mauri y el descomunal delantero centro Alberto Cerri– para hacer negocio con otros como Defrel -el Cesena consigue gratis la resolución de su copropiedad-, o para recoger a otros hombres como Lodi, Jorquera o Mirante, aun aprovechables en la élite.
Sí es el final para otros muchos jugadores -más de 100 formaban parte del desorbitado universo actual del Parma- que probablemente nunca estarán tan cerca de las máximas categorías del fútbol. O puede que para los muchísimos jóvenes que tendrán que iniciar la diáspora futbolística por las categorías inferiores italianas para seguir su sueño. Incluído el de los Allievi Nazionali, chavales que pese a la muerte, ya oficial, del club, seguirán luchando por vencer el torneo de su categoría.
Napoli y Fiorentina ya se levantaron. Las últimas en caer, Siena y Padova, ya han comenzado esta recién finalizada temporada a remontar categorías desde el amateurismo. Muchísimos otros no lo consiguieron, y muchos años después de sus éxitos, más o menos modestos, en la élite, vagan todavía sin rumbo claro tras sufrir situaciones similares. El Parma, como ellos, tendrá que recomenzar desde cero.