Nadie creía a estas alturas de sus respectivas carreras que Iago Falque y Diego Perotti pudieran retomar el vuelo que apuntaban hace años como dos de las grandes promesas del fútbol a nivel internacional y menos aún hacerlo en el Genoa del ordenado Gian Piero Gasperini. Sin embargo, el técnico piamontés se ha erigido como el alquimista y el principal responsable de la sobresaliente e inesperada revitalización futbolística de dos jugadores que nunca habían disputado un solo minuto en la Serie A y que habían perdido por el camino toda la confianza en sí mismos.
Gasperini, a quien ambos le deben mucho, no sólo los ha vuelto a poner en órbita sino que los ha convertido en sus dos puntales ofensivos y en los cauterizadores esenciales de la óptima campaña que está firmando el Grifone, que conserva claras aspiraciones para poder obtener un puesto europeo de aquí al final de la temporada en una batalla que se presume interesantísima con su eterno rival, la Sampdoria, también de por medio.
No son mediocampistas, no son extremos al uso, no son mediapuntas y tampoco delanteros. Son eso y mucho más para el atípico 3-4-3 del Genoa. Perotti y Falque se abren desde sus posiciones de falsos extremos para pasar a pulular en posiciones interiores, se buscan el uno al otro por detrás del nueve, mezclan de maravilla, lanzan al bloque, tienen libertad y disfrutan de ella, capacidad para el desborde y el regate, para filtrar un pase, para generar espacios y llegar a ellos desde atrás o para decidir con una asistencia o un gol, las demostraciones más palpables de su tremenda influencia en el equipo genovés.
El gallego, de 25 años e internacional en todos los escalafones de la selección española desde la sub-17 hasta la sub-21, ha dejado atrás su fichaje en 2008 desde la cantera del Barça por la Juventus -donde nunca llegó a debutar- y las innumerables cesiones antes (Bari y Villarreal B) y después de su firma por el Tottenham (Southampton, Almería y Rayo), las cuales parecían condenarlo cada vez más al desgaste prematuro y al óxido de unas buenas condiciones francamente estancadas, con absolutamente todo por demostrar y sin demasiadas oportunidades a la vista para hacerlo, al menos en la élite.
Iago Falque es, sin duda, una de las sorprendentes sensaciones del campeonato en Italia -el mismo que casi frustra su excelsa proyección- y se ha convertido en el máximo goleador del Genoa, con ocho goles, además de sumar tres asistencias como bonus track. Un dato de un mérito notable teniendo en cuenta que sus virtudes nunca se habían encauzado a ser un jugador tan determinante en ataque.
Por su parte, Diego Perotti, de 26 años, se ha quitado el corsé que le encasillaba como extremo izquierdo, pese a que sigue partiendo desde esa posición, para convertirse en un futbolista mucho más completo, con la capacidad de hacer de diez esporádico en un conjunto que prescinde claramente de esa figura. Sus tres tantos y cuatro asistencias pueden no parecer números impactantes pero el rol del ex sevillista es capital para Gasperini como gran dinamizador, generador y epicentro de los ataques del Genoa.
Lejos queda su fulgurante aparición en la capital hispalense que hizo que Del Nido le blindase con un contrato de seis años y una cláusula prohibitiva, su posterior caída a los infiernos con sonoras críticas por parte de su antigua afición y su fiasco en forma de préstamo en las filas de Boca Juniors. Mejorado físicamente y alejado del lastre de las lesiones, Perotti ha necesitado recalar en Italia para volver a hacer diabluras y encontrar un liderazgo, una acumulación de pelota y una emancipación sobre el césped nunca antes vistas en su trayectoria y que le han permitido desarrollar toda su creatividad, amén de conservar la capacidad de desborde por banda izquierda, el dribbling (es el jugador con más regates por partido de la Serie A) y el buen pie para poner balones en el área. Una licencia para inventar con la que el internacional absoluto con la albiceleste ha vuelto a ser y, sobre todo, a sentirse importante.
Perotti y Falque, Falque y Perotti: el tándem revelación de la Serie A, únicamente por detrás de los inalcanzables Dybala y Vázquez. Dos jóvenes aves fénix que han tenido que enjugarse las lágrimas, curarse con ellas y renacer de sus propias cenizas cuando nadie apostaba por ellos, reavivando la chispa de su fútbol y sintiéndose de nuevo figuras del balón. Y de qué forma. A día de hoy, no hay jugadores más importantes para el Genoa que ellos dos. El decano del Calcio haría bien en blindar a sus dos renacidos talentos, a las dos alas doradas del Grifone, si lo que quiere es seguir ascendiendo al ritmo del resurgido vuelo de Iago y Diego, nunca más dispuestos a dejar que nadie apague su hoguera.
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