¿Qué puede acabar con una relación de 40 años? El dinero. ¿Qué puede hacer que una de las uniones con más éxito y lealtad tuviera fecha de caducidad? El dinero. ¿Qué mueve el mundo?, debe preguntarse el director de la Deutsches Fußball Bund. Una vez más: el dinero.
Hace 40 años que Alemania tiene en su haber una de las uniones mercantiles más consolidadas en el panorama Europeo: la selección alemana y Adidas. De hecho, y para más inri, Adidas fue pionera en aquel mundial de 1954 -el milagro de Berna-, dónde introdujo varios tipos de tacos ajustables para las botas de los jugadores dependiendo de si el partido era con sol o con lluvia. Dicen, algunos, que esto fue lo que hizo que los alemanes ganaran aquella final. Dicen que si hubiese salido el sol, los alemanes jamás hubiesen ganado.
El alemán es una persona ordenada, puntual, fiable y preciso, le gusta saber el futuro y le gusta tenerlo todo planeado y esquematizado. Y Adidas firmó hasta 2018 con la DFB por 250 millones de euros anuales como patrocinador oficial de la Mannschaft. Ahora sin embargo, Adidas se encuentra en la tesitura de la negación de una negociación.
Llegó Nike con sus colores fluorescentes y con la boca grande “nosotros te doblamos la oferta”, le dicen a la DFB. Y la DFB se lo piensa, piensa por un instante como sería su vistiera y calzara Nike, como debe ser tener 500 millones de ingresos en el patrocinio de su selección. Y aquí es dónde entran las pequeñeces, esas casualidades o anécdotas que llegan a influir más de lo que a primera vista parece: Mario Götze viste y calza Nike.
¿Les parece que he dicho una tontería? Puede que así sea pero todo esto va mucho más allá de Götze o de la marca. Al fin y al cabo lo que se quiere hacer con este tipo de contratos con sponsors es dinero, ¿no? Pongámonos en situación:
En la final del mundial de Brasil 2014, un pase desde la banda de André Schürrle -que viste Adidas-, y allí no está Thomas Müller -que también calza unas Predator-, no está Klose que se ha marchado retirado, no hay nadie más que Mario Götze con su metro setenta y tres y calzando Nike, la endosa al fondo de la red.
Nike le ha ganado la partida a Adidas en su propio juego, en una final con Müller y Messi como estrellas de sus correspondientes equipos, con dos selecciones vistiendo las camisetas de la compañía teutona, va y el gol sale de unas botas de la competencia, ¡Manda narices!
A partir de ahí lo demás “viene sólo”. Los niños, los más pequeños de la casa quieren ser como Mario Götze, que aún es joven, quieren imitar a su ídolo. En las tiendas se estampa el 19, se reclaman las Magista y los futuros futbolistas intentan peinarse y jugar como su héroe. Es referencia, se habla y se ve el gol, una y otra vez, en bucle, sin parar. En un éxtasis continuo, y ahí está: el símbolo del triunfo de Nike. Y eso es lo que le vende a la DFB, la posibilidad del negocio, de la oportunidad, de generar más dinero si cabe aún.
El fútbol se convirtió en negocio y Alemania está pensando en si salir a la banca a comprar, si arriesga, porque ahí está Adidas, con sus años de historia junto a la Mannschaft, con su fidelidad y sus 250 millones de euros hasta 2018. Mientras Nike tienta a la campeona del mundo, intenta atraerla a su red con dinero y posibilidades en un nuevo mercado.
Todos queremos ganar, y ganar dinero. Pero, ¿cuál es el precio de la lealtad?