La Champions League es esa que nos congrega en el sofá, aquella que reúne a los aficionados de toda la vida con la gente que prefiere sólo disfrutar de los eventos importantes. Este torneo tiene esa magia, esa fuerza sobrenatural que nos lleva a sentarnos en nuestras casas los martes o los miércoles por la noche y en familia, con los amigos -o en soledad-, nos desespera o nos emociona. Pocas cosas tocan más que el himno de la Champions para aquél que pueda encontrar belleza en un toque con el exterior a un balón de cuero.
Ahora las botas son de colores neón, la publicidad se lleva hasta los auriculares que lleva este o aquél jugador, pero había un tiempo en el que las botas eran negras, en el que el marketing no era mucho más que el logo de la camiseta, porque esto -no nos engañemos- de la explotación hasta la saciedad del fútbol como empresa no es viejo. Hace menos de 10 años Zidane jugaba al fútbol calzando botas negras, y sinceramente, no hay nadie que juegue como jugaba él.
‘Zizou’ se plantó en el Olympiastadion de Múnich con el convencimiento de ganar la copa de las copas, el premio más codiciado entre los clubs europeos. La Champions League esperaba a Zidane pero en su camino, a centímetros sólo de la gloria se le cruzó una tormenta amarilla y negra. El Borussia Dortmund les quitó a él y a la Juventus la orejona.
Zinedine Zidane, Alessandro del Piero, Didier Deschamps… La Vecchia Signora venía como sólo los italianos saben: con clase elegancia y carisma, y sin embargo les ganó un Dortmund que estaba muy lejos de ser el equipo favorito, al final de la temporada los aurinegros sufrían una discusión interna de egos y el vestuario estaba lleno de tensión. Se dice que las cualidades individuales del BVB fueron claves ya que encontraron su mejor forma los hombres comandados por Hitzfield, colocó una columna vertebral en el campo conformada por Matthias Sammer como libero, Andreas Möller como interior y arriba con el héroe de aquella noche -curiosamente un bávaro-: Karl-Heinz Riedle.
Los bianconeros, que jugaron de azul como equipo visitante, y vigentes campeones en aquel entonces partían como máximos favoritos, aun así, y ante 59.000 espectadores, los teutones marcaron dos goles (doblete de Riedle) y se fueron al descanso dejando a Juventus algo descolocada. Dos carrileros y una defensa de tres, con la magistral salida de balón de Matthias Sammer -el gran último líbero de Europa-, desarmaron a un equipo que en principio era -en todos los sentidos- muy superior. La ambición de ganar el trofeo que se le había resistido al equipo de la cuenca del Ruhr era lo único que les unió en los días previos, la necesidad de ganar la Champions pudo más que el distanciamiento que se había establecido poco a poco entre plantilla y técnico. Venían de una segunda ronda de Bundesliga con 6 derrotas encajadas. Pero el BVB se marchó a los vestuarios con una ventaja de 2-0, y eso que Zizou le ha había dado con una al poste y por manos le anularon un gol a Christian Vieri.
La segunda mitad, los italianos recortaron distancias con un magistral gol de tacón de Alessandro del Piero. En ese momento, a falta de 20 minutos para acabar el partido, Hitzfield mandó a calentar a Ricken y entró al campo sustituyendo la estrella suiza Chapuisat y tardó segundos en marcar el 3-1 cuando el gol del empate se veía tan cerca.
Al día siguiente amanecerían muchos periódicos diciendo que la suerte es alemana, que los teutones ganan realizando un fútbol austero y nada vistoso. Sin embargo y tras las grandes inversiones económicas que hizo el club durante esas temporadas se vieron recompensadas y con la victoria del torneo evitaron una posible quiebra. Al final, el Dortmund se convirtió en el tercer equipo alemán en ganar la Champions League uniéndose al todo poderoso Bayern (1974, 1975 y 1976 hasta la fecha) y al mítico Hamburg (1983).
Todo esto suena un poco a deja-vu, ¿no?