Iba a ser una temporada de máxima exigencia. Iba a ser un torneo repleto de competitividad. El Manchester United debía cumplir con las expectativas e ir más allá, tras un año nefasto, negativo, que supuso quedarse fuera de torneo europeo. Se fue David Moyes, quien parecía tener las culpas, quien se estibilizaba como el gran culpable de la situación.
Un verano movido, lleno de altas, repleto de multimillonarias cifras que convertían Old Trafford uno de los estadios con más flashes mediáticos por metro cuadrado de la presente temporada. En torno a 180 millones de euros desembolsaron los Red Devils reforzando el proyecto a largo plazo. El objetivo de volver a la Champions League se presentaba como vital, casi como el respirar.
Por ello, una gran inversión, un elevado gasto que se sustentaría con el futuro nuevo contrato histórico con Adidas, sumado a los ingresos que generaría volver al máximo torneo europeo de clubes. Sin embargo, pese a estar cumpliendo las metas, pese a estar en puestos de Liga de Campeones, el juego del equipo todavía sigue sin ofrecer su mejor versión. Y lo peor de todo, ni conocidos ni extraños tienen la sensación de saber a qué juega este equipo.
Van Gaal maravillaba al mundo durante el mundial de Brasil 2014 con la genialidad táctica de la tanda de penaltis contra Costa Rica, cuando cambió de portero expresamente para esa definición de la eliminatoria. Holanda pasó de ronda y la figura de van Gaal se elevó a los cielos. El Manchester United había fichado a un genio, había fichado a un entrenador capaz de sacarse un as de la manga cuando todo un país, y parte del mundo, tenían las miradas puestas sobre ellos.
Sin embargo, las altas expectativas han quedado aparcadas, su valor ha caído por un precipicio de críticas y el equipo no acaba de jugar como se esperaba. Llegan los resultados, sin duda. Los de Old Trafford son cuartos en la tabla, alejados del líder Chelsea en 12 puntos. El título parece misión imposible, y sin Tom Cruise de protagonista. Sin embargo, se está cumpliendo, mejor o peor, el objetivo marcado.
A día de hoy sería uno de los 4 equipos que tendrían derecho a jugar la próxima edición de la Liga de Campeones. Pero las formas no son ni las más estéticas, ni tampoco las esperadas. Frente al West Ham en Boleyn Ground parte de la prensa explotó. Ya no por el empate (que llegó sobre la bocina, en el descuento), sino porque las sensaciones que ofrece el equipo son estériles, casi ausentes muchas veces.
Un equipo que ha invertido tanto no puede, no debe, no se espera que acabe jugando a la contra, buscando rapidez y descontrol en sus ataques. No se espera que la única solución para intentar empatar un partido, como mínimo, sea mandar balones largos y aéreos para que Fellaini los baje y consiga marcar.
Y la figura del técnico neerlandés ya no cuenta con todo el apoyo que existía en verano, cuando el Manchester United firmó una rotunda pretemporada a nivel deportivo. Frente a los Hammers, en Londres, jugadores creativos como Ander Herrera o Juan Mata fueron suplentes, y en el caso del centrocampista burgalés, ídolo y una de las estrellas, ni siquiera tuvo minutos.
Finalmente, llegó el empate. Pero las formas no son las esperadas, más teniendo en cuenta ciertas decisiones comentadas del entrenador neerlandés, y la campaña contra el equipo empieza a escribir sus primeras páginas pese a, como se ha comentado, estar cumpliendo con el principal y gran objetivo de volver a Europa la próxima temporada.
Perdura la sombra de Sir Alex Ferguson. La marcha del técnico escocés sigue presente, pese a haber pasado temporada y media, y muchos se empeñan en mantener abierto un ciclo que cerró hace más de un año.