«Yo no soy de ninguna parte. Se lo debo todo al fútbol». Así pensaba quien dio nombre al Bayern de Beckenbauer y quien ayudó al gran Helmut Schön en su afán por encumbrar a Alemania en el dorado trono del deporte balompédico. Así pensaba un hombre que no solo debía, según era su parecer, todo al fútbol, sino que además, muchos grandes momentos de la historia del fútbol, se los debemos a él. Hombre de fútbol, de los de banda, llueva o nieve, robusto, duro, alemán. Hijo de unos tiempos en los que futbolísticamente Europa no mandaba en el más grande de los deportes y artífice de la época en la que se desterraron los miedos y el continente pasó a ser dueño del balón. Udo Lattek.
Nacido en 1935 en la localidad de Bosemb, en la antigua Prusia Oriental, hoy Udo Lattek no sería germano sino polaco. Quizá parezca que sus inicios, como estudiante de magisterio, no fueran por el camino que le tenía preparado la vida, pero nada sería tan poco acertado como pensar de esa manera. Aunque jugó de delantero en varios equipos, como el Osnabrück o incluso en el Bayer Leverkusen, Lattek destacó especialmente como entrenador, siendo llamado por la vocación de transmitir conocimientos e ideas muy pronto. Ya de joven, aún con 30 años, finalizó anticipadamente el contrato con el equipo en el que intentaba aún marcar goles (en ese entonces el ya citado Osnabrück) por entrenar al juvenil de la selección germana. Solo un año después viajaría con Helmut Schön, entonces seleccionador de la Mannschaft, como asesor y ayudante del entrenador, hacia Inglaterra, para disputar el Mundial de 1966.
El conocimiento de sus procedimientos y trabajo por parte de alguien que ya empezaba a ser el timón de la selección y del Bayern, Franz Beckenbauer, le valieron para poder llegar como técnico al club bávaro en 1970, solo cinco años después de dejar el fútbol como jugador y con tan solo 35 años. Su apuesta por la juventud (Hoeneß o Breitner fueron apuestas personales de la cantera muniquesa) y su carácter y dotes para complementarla con las grandes piezas de ese equipo (Maier o Müller) hicieron posible que solo cuatro años más tarde el Bayern se hiciera con su primera Copa de Europa, ante el Atlético de Madrid (en la mítica final del 1 a 1 tras gol de Luis Aragonés y la respuesta de Schwarzenbeck), tras un doble partido donde Lattek supo ver qué necesitaba en el replay que no había sabido poner en marcha en el primer encuentro (se decidió por 4 a 0, con dos goles de Hoeneß y Müller).
No se rindió y en 1975 firmó por el Borussia Mönchengladbach, que por aquel entonces rivalizaba fuertemente con el que había sido su club el año antes. En el 77, llegaron a la final de Copa de Europa, en la cual el Liverpool de Bob Paisley les venció rotundamente, quizá no por juego, pero sí por resultado (3-1, con goles de Simonsen, estrella del equipo germano, Neal, McDermott y Smith). Permaneció cuatro años, hasta el 79, ganando dos títulos de Bundesliga y la Copa de la UEFA, en el 79, contra el Estrella Roja de Belgrado. Títulos y triunfos que le valieron un nombre internacional que llegaría a sonar en los oídos de la directiva del FC Barcelona, equipo que entrenó solo dos años más tarde, tras pasar por el Dortmund con más pena que gloria.
Con la presión que significaba responder a la expectativa en Can Barça, tras suceder a Helenio Herrera y con la necesidad no escrita (o sí) de ganar la Copa de Europa por primera vez para el club catalán, Udo Lattek aterrizó en el equipo azulgrana en el año 1981. Allí se encontraría con el genio Simonsen, fichaje que llegó a Can Barça tras ganar la UEFA en el 79, y con Schuster, un compatriota que no le pondría las cosas fáciles, al margen de su excelente calidad para jugar. Sin duda, ambos alemanes no congeniaron como se esperaba y se necesitó incluso la mediación de Núñez para poner paz en ese asunto. Tras una temporada en la que se ganó la Recopa ante el Standard de Lieja, Lattek se encontraría con otro bache en su camino blaugrana, con la llegada de Maradona al equipo, cuando los problemas con Bernd Schuster (y Artola, con el que también tuvo sus más y sus menos, al reemplazarlo por Urruti en los últimos tres partidos de liga) parecían resueltos. El argentino, llegado de Boca Juniors tras una gran inversión del conjunto azulgrana, ni congeniaba ni entendía los métodos del técnico germano. El crack argentino pesaba demasiado y el club decidió, tras 26 jornadas, no volver a contar con el entrenador alemán, que fue sustituido por Menotti, solo dos jornadas después.
Lattek volvió a Alemania, a refugiarse de sus caídas en el equipo barcelonista, primero al Bayern, donde volvió a ser ese entrenador que dejara buenos partidos y grandes trofeos (tres títulos más de Bundesliga y dos DFB Pokal), antes de mudarse de nuevo. Ya no volvió a ganar nada. Su paso por el FC Köln, el Schalke 04 y el Borussia Dortmund (por segunda vez) no fueron lo que se esperaba de unos equipos y de un técnico como el germano. Sus días tocaron a su fin tras una vida enseñando. Enseñando un deporte que amaba por encima de todo. Un deporte que no dejó nunca de amar. Como ese deporte a él. Ostenta junto a Trapattoni el prestigioso honor de haber ganado Recopa, UEFA y Copa de Europa, además, con tres clubes distintos. Sin él, el Bayern de Múnich que reinó en Europa largos años probablemente no hubiera existido. Sin él, Simonsen quizá jamás llegara a la liga española. Sin él, Maradona o Schuster no tendrían ese aura maldito de agitadores. Sin él, seríamos más tontos y más huérfanos. Su honor y su valor, desde antes que supiéramos el pasado domingo 1 de febrero que nos había dejado para siempre, merecía ser recordado. Tristemente no dio tiempo a poder hacerlo antes. Pero él, que es sabio, lo entenderá. Gracias por tanto, maestro.
Valladolid, 1988. Social media. Periodismo por vocación y afición. Con el fútbol como vía para contar grandes historias. Apasionado del fútbol internacional y "vintage".
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