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Alma asturiana en un derbi centenario

En el corazón de Asturias, donde las montañas acompañan al Cantábrico y el aire lleva el aroma de sidra y carbón, mañana el fútbol será más que un juego: será una declaración de identidad. El Carlos Tartiere será el escenario del derbi número 100 entre Oviedo y Sporting, un duelo que palpita en el corazón del Principado, tan conocido como los Picos de Europa que lo vigilan desde la distancia.

Desde aquel histórico 6-2 de 1929 en Teatinos, este duelo ha tejido leyendas que se cuentan junto a los hórreos y las playas. En sus 49 visitas a la capital, el Sporting solo ha podido cantar victoria en nueve ocasiones. Pero la historia aquí no es una carga, sino una inspiración. Mañana, cuando suene el pitido inicial, se renovará el rito de una Asturias dividida en colores, pero unida por la pasión que da forma a su espíritu futbolero.

El Real Oviedo, con Javi Calleja a los mandos, busca honrar su casa y su escudo. “Hay que jugar con alma y carácter”, clamaba Dani Calvo, poniendo voz al anhelo de miles de oviedistas. Su equipo, con bajas sensibles como Cazorla y Seoane, se apoya en una defensa rocosa y en el empuje de un estadio que late al unísono. El Oviedo busca recuperar su esencia ardiente en el Tartiere, esa fortaleza donde tantos adversarios han caído bajo el empuje incansable de su afición.

El Sporting cruza desde la otra orilla, con la ilusión a cuestas y liderado por Víctor Campuzano, cuyo gol en la primera vuelta desató la alegría y el optimismo. Con dudas en nombres como Juan Otero, los rojiblancos confían en la figura de Dubasin, exoviedista convertido en referente gijonés. En el banquillo, Rubén Albés ha tejido un equipo que mezcla lucha y calidad, como los mineros que extraen riqueza de las entrañas de esta tierra.

Mañana, entre los cánticos y los nervios, resonará algo más profundo: el orgullo de ser asturiano. Porque este derbi es mucho más que fútbol. Es como el son de una gaita, el aroma de un culín bien servido o la dureza de las manos curtidas por el trabajo. Es Asturias en su esencia más pura: rivalidad, pasión y una tierra que jamás olvida sus raíces.

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