Trescientos cuarenta y ocho días pueden parecer muchos o pocos, depende de la perspectiva con la que se mire. Cuando uno transita por un proceso complejo, cuando se trata de la espera para volver a aquello que tan felices nos hace, el tiempo se evalúa excesivo. Las cuentas no alcanzan, faltan dedos, y una simple regla se convierte en un instrumento exageradamente pequeño para medirlo. 348 amaneceres, cuántas alarmas del despertador rigiendo los ritmos. Cientos de noches con una incógnita martilleando la cabeza, ¿por qué me ha pasado esto a mí?
Aquel chaval, Gavi, al que se le caía el desparpajo de los bolsillos y parecía indestructible, debió hacerse esa pregunta durante muchos momentos. ¿Por qué he tenido que lesionarme ahora y así? Rotura completa del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha y una lesión asociada al menisco externo. Adiós a la temporada, adiós a la Eurocopa. Una bofetada dolorosa. Sin embargo, cualquier hostia que nos da la vida con la mano abierta nos sirve siempre para sumergirnos en un aprendizaje que nos descubrirá una nueva versión de nosotros mismos.
El dolor, el quirófano, la frustración, la rabia, la impotencia, la aceptación, la paciencia, la recuperación, el esfuerzo, la constancia, el regreso, la satisfacción. Un circuito de 348 días en un tablero donde no pueden saltarse las casillas. Gavi ha llegado a la meta once meses después.
Mientras Hansi Flick sacaba a la guardería de paseo para disfrutar de su entusiasmo y su fútbol jovial, el seis del Barça volvía a poner un pie en el césped. No podía haberlo preparado de manera más especial. Pedri le engalanaba con el brazalete de capitán para que el momento cobrara todavía más emoción y superara todas sus expectativas. Por encima del marcador, ese instante pasaba a ser el auténtico protagonista de la noche. Gallina de piel.
Ya no recuerda su herida, solo cómo la sanó. Gavi ha vuelto, con los cordones más atados, pero con las mismas ganas de aquel niño que rompía todos los esquemas de la normalidad. La intensidad y su hambre competitivo han regresado al rectángulo ante un estadio que coreaba su nombre. En ese preciso instante, Gavi sonreía sin poder disimular y todos se olvidaron de que se trataba de un partido de fútbol. Había algo más. 348 días estaban detrás.