Mats Julian Hummels (Bergisch Gladbach, 16 de diciembre de 1988) es un defensa central de 35 años que juega en el Borussia Dortmund. Desde 2007 es una pieza estructural del equipo aurinegro salvo tres temporadas (2016-2019) que estuvo en el Bayern. El zaguero alemán, campeón mundial en Brasil 2014, fue designado este martes el MVP de la vuelta -ya lo fue en la ida- de una semifinal de la Champions League, marcó el gol del triunfo del BVB en París y la gente está hablando de él y no de Kylian Mbappé. Defensa, héroe y goleador. Tres en uno. Gloria, reconocimiento y prestigio. Tres en raya.
Por haber sido el gran verdugo del PSG -hay quien piensa que deberían canonizarlo solo por eso- hoy nos parece más alto, más guapo, más joven y más simpático, pero lo cierto es que siempre fue un defensa del más alto nivel. Liderazgo a raudales, autoridad notable, personalidad contrastada, excelencia con balón y un peligro de cabeza a balón parado. Una torre. Un pilar. En 2013 lloró con Marco Reus en la final de Champions perdida en Wembley. 11 años más tarde, el fútbol le da una bonita opción de volver allí a tocar metal, ya veremos si el finalista es el Real Madrid o el Bayern -club del que es canterano-. Redención o vendetta.
Los dos párrafos precedentes, en verdad solo sirven para vestir y presentar la siguiente reflexión: ver a defensas triunfar, marcar goles importantes y derivar en protagonistas te reconcilia un poco, solo un poco, con este deporte. En un fútbol donde los delanteros y centrocampistas estéticos copan los premios, las portadas, los suspiros, los besos y las columnas de mierda como esta, no deja de ser un pequeño soplo de aire fresco ver a un central sempiterno asomar la cabeza en los protocolos y la burocracia de la gloria, más aún en estas instancias. Bang bang. Los pájaros disparando a las escopetas. Benditos pájaros.