No tendremos tiempo para recordar la final del Mundial de Catar. Por lo menos por ahora. No existirá el famoso vacío existencial que queda normalmente en verano tras disputarse la copa del mundo. En una semana la Premier League volverá con su querido Boxing Day, esa famosa jornada que llevará a los niños a las gradas de los grandes estadios. Ya estoy acostumbrado a leer un sinfín de artículos que hablan de ello y por suerte ese mantra se lo cargó hace tiempo el gran Enrique Ballester: “Entiendo que muchos niños están en las minas durante el año”, escribía siempre.
No hay descanso posible entre polvorones. El balompié es un negocio y ya lo sabemos desde hace décadas. Lo que quedó claro también es que por dinero no hay límites: incluso el mejor futbolista de todos los tiempos tiene que ponerse una túnica en el momento más especial de su carrera. En estas humildes líneas, que muchas veces van cargadas de ira, hoy es necesario elogiar a profesionales del nivel de Álvaro Benito: él fue el encargado de representar la indignación de muchos seguidores. En una época en la que se critica a los periodistas por atender a los designios de los más ricos, y a veces con razón, él no se calla.
Desde que el deporte es un negocio, la maldita política ha necesitado meter sus zarpas hasta el fondo. Echando la vista atrás hay casos estomagantes: los juegos olímpicos de Hitler y el Mundial de Videla son dos ejemplos a bote pronto que avergüenzan. Y hay más.
Me parece fantástico que cada uno tenga sus costumbres. Ahora bien: ¿era necesario disfrazar a Messi con eso? Muchos han defendido que es un gesto muy especial de los cataríes. Ya he leído en varios medios que recibir esa capa se asemeja a ser la persona más digna del mundo. Sin embargo, el argumento de los defensores de este abyecto torneo a, por ejemplo, su trato a los homosexuales, es que ellos tienen unas tradiciones muy arraigadas y los cínicos de Occidente las tenemos que respetar. El gay, mujer y trabajador -Gianni Infantino- está de acuerdo. En cambio, que Messi levante la copa con la camiseta de su país, o con lo que quiera, no es posible. Es decir: respétame a mí, tronco, que yo ya veré lo que hago.
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