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Por suerte, no hay quien lo entienda

Es volátil, pasional, caótico, imprevisible… Es el Mundial, una competición en la que influyen una serie de factores que van mucho más allá del talento y la táctica. Y por eso es el evento deportivo más grande que existe.

El primero y el más importante es el tiempo. Cuando vemos a un combinado que aspira a ser campeón del mundo, debemos hacerlo teniendo presente la presión que conlleva saber que el próximo intento no es hasta al cabo de cuatro años y que incluso ni puede volver a existir para aquellos jugadores más ‘veteranos’. Que se lo digan Argentina. Aunque ya no nos sorprenda su manera de afrontar el fútbol, como una cuestión de vida o muerte, ha sido realmente impactante ver el colapso emocional en el que entraron con los goles de Arabia Saudí, Australia y Países Bajos. Es su gran oportunidad tras ser campeones de América y, sobre todo, es la última bala de Leo Messi. Y son conscientes de ello.

La puntualidad es otro de los grandes factores. El Mundial no da segundas oportunidades, no hay margen para el error. Que se lo digan a Alemania. La Mannschaft cayó eliminada en fase de grupos por 20 minutos malos ante Japón. Es así de simple y así de duro. El convincente empate ante España y la victoria ante Costa Rica no fueron suficientes. Sí lo fueron las ocasiones perdonadas en la primera parte y los errores cometidos en la segunda del partido ante los nipones.

También influyen las expectativas. Que se lo digan a Brasil. La canarinha llegó a este Mundial con su mejor equipo de la última década, hizo una fase de grupos muy sólida y se exhibió en octavos de final. Todo eran bailes y alegría y el favoritismo ante Croacia era claro, pero la pelotita no quería entrar. El paso de los minutos se convirtió en una losa para los sudamericanos y en un chute de energía para los balcánicos. Los penaltis fueron la crónica de una muerte anunciada para Brasil.

Y, por último, hay que hablar de la convicción. Que se lo digan a Marruecos y Croacia, dos selecciones que curiosamente estaban en el mismo grupo. Son dos casos distintos porque los balcánicos vienen de ser subcampeones del mundo y los Leones del Atlas nunca habían pisado unos cuartos de final, pero comparten un mismo relato: llegaban como tapadas y han ido creciendo a lo largo del torneo. Se lo han ido creyendo cada vez más. Daba igual si enfrente estaba España, Brasil o Portugal. Eran capaces de todo.

En el fondo, estos factores siempre están presentes en el fútbol. Sin embargo, se exageran y mucho en el Mundial, que choca con una tendencia actual: el sobre análisis. Nos gusta sacar conclusiones de todo y que, posteriormente, se cumplan nuestras previsiones. Pero el Mundial no se cansa de dejarnos en evidencia. Por suerte, no hay quien lo entienda.

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