Hoy en día todo va muy rápido sin tiempo a parar y disfrutar de cada momento, o sin tiempo a parar y analizar los momentos malos. Vamos tan rápido que no nos damos cuenta de que nos estamos quedando sin gasolina, sin esa gasolina que hace que funcione el motor de nuestra vida. Esa gasolina se llama ilusión.
Hubo un momento en mi vida que tuve que parar, o que realmente se me apagó el motor por falta de gasolina. Eso hizo que reflexionara y me diera cuenta de que necesitaba ilusión. Esa ilusión que me hiciera tener ganas de comerme el mundo, ganas de disfrutar del presente, porque sin darme cuenta vivía mucho más en un futuro incierto y en un pasado que ya no iba a volver que el momento perfecto de disfrutar de todo: el presente.
Da pena pensar cuántos momentos en el fútbol podrían ser bonitos, plenos, o incluso malos y por los que tener que preocuparnos, pero no los vivimos. En el fútbol creo que aún va todo mucho más rápido que en la vida. La gasolina se gasta mucho antes. Por desgracia no tienes tiempo a vivir el presente y olvidas lo que es la ilusión, te olvidas completamente, y acabas estando en punto muerto dejándote llevar, porque te falta esa fuerza tan inmensamente necesaria que es la ilusión.
Si entrenamos y jugamos por obligación nunca conseguiremos ser nuestra mejor versión. Siempre da más frutos algo hecho con ilusión porque para que algo sea ideal no basta con ser digno de serlo, sino que tiene que atraer nuestros nervios y tener el don de que nos encante. Y esos dos sentimientos solo casan bien con la ilusión. Ojalá nunca se nos gastara esa gasolina que hace que nos movamos porque viviríamos cada momento en el fútbol como algo único.
Y siendo el deporte más bonito del mundo, qué mejor que vivirlo al máximo. Ilusionémonos como un niño el día de reyes, ya que conseguiremos vivir cada momento como único.
Imagen de cabecera: LaLiga