Hace apenas un mes las lágrimas de Richarlison, apoyado en dos muletas, hacían pensar en lo peor. El delantero del Tottenham salía dolido y hundido en la zona mixta del White Hart Lane y dejaba en vilo su participación en el Mundial. Afortunadamente todo quedó en un susto y Richarlison, con un gol de ‘9’ y otro de artista que ya se postula como firme candidato al mejor gol del torneo, ya ha dicho “presente” en Catar.
Abonado a las excentricidades, Richarlison de Andrade, como muchos brasileños de 25 años, siempre es noticia. Si en su debut mundialista se convierte en portada global y en el faro de Brasil, hace unos días sus declaraciones no dejaron indiferente a nadie. “Cuando me retire voy a comprar una isla y quedarme allí con un montón de mujeres, como esa foto de Ronaldinho», respondía al ser preguntado por un medio brasileño sobre sus planes de vida para cuando deje el fútbol.
Porque Richarlison es aquella persona que nunca te deja indiferente, que aparece cuando menos te lo esperas. Hoy, Richarlison nada entre billetes y éxito, pero detrás esconde una historia de sufrimiento que comenzó en su Nueva Venecia natal. Hijo de una familia humilde, muy rápido tuvo que empezar a trabajar para traer dinero a casa: “Vendía helados, gominolas o café y trabajaba en el campo para ayudar a mis padres”, relataba tiempo atrás el propio Richarlison en una entrevista en el Diario AS.
En un entorno en el que la violencia y las drogas estaban a la orden del día, Richarlison encontró en la pelota su refugio. Cuenta Richarlison que una vez el fútbol le salvó la vida. Volvía de entrenar cuando, de camino a casa, le pusieron una pistola en la cabeza pensando que vendía drogas. “Me apuntó con un arma a la cabeza y me amenazó, pero gracias a Dios estaba lo suficientemente tranquilo para explicarle que volvía del fútbol y que no vendía ni consumía drogas. Quería dispararme, pero el fútbol literalmente me salvó la vida”, cuenta. El mundo de las favelas no logró absorber a Richarlison, que a base de empeño pudo escapar, pero sí se llevó a muchos de sus amigos: “Tenía ángeles de la guarda que siempre me llevaron al lugar correcto. Muchos amigos de la infancia terminaron en la cárcel, se metieron en el mundo de las drogas o incluso murieron”.
Una carrera meteórica
No fueron tampoco fáciles sus inicios en el mundo del fútbol. De hecho, él mismo ha confesado que a punto estuvo de abandonar tras ser rechazado en múltiples ocasiones. Cuando casi ya no había esperanza Richarlison vio la luz al final del túnel: “Estuve a punto de dejar el fútbol, pero levanté la cabeza y me fui a Belo Horizonte, solo con el dinero del billete de ida para la última prueba que tenía, en el América MG. Si no pasaba, no tenía dinero para volver a Espíritu Santo, a 600 kilómetros de ahí. Di la vida aquella mañana y aprobé”, contó para el medio citado.
Todo sucedió muy rápido a partir de ese momento. Un año en segunda le bastó para que el Fluminense decidiera incorporarlo y una temporada más le sobró para cruzar el charco. Era 2017 y el Watford, a cambio de 13 millones de euros, le brindaba su gran oportunidad en la liga más potente del planeta. No contento con su meteórica progresión, Richarlison firmó un gran curso que le sirvió para volver a hacer las maletas: el Everton lo convirtió en el traspaso más caro de su historia pagando 45 millones por sus servicios.
Ya instalado en la parte azul de Liverpool se convirtió en uno de los grandes delanteros de la Premier League. Sus 53 goles como ‘toffee’ convencieron al Tottenham, empeñado en poder por fin tocar metal, a desembolsar 69 millones entre fijos y variables (58+11), también siendo fichaje récord de la entidad. Alternando titularidades y suplencias en el nuevo White Hart Lane, su partido ante Serbia le ha vuelto a colocar en el foco. Ganador con la ‘seleçao’ de una Copa América y de medalla de oro en unos JJOO, siendo además el máximo goleador del torneo, Richarlison, como todo Brasil, tiene ahora el “hexacampeonato” entre ceja y ceja.
Richarlison alza la voz
En un vestuario en el que parece que hay fobia en lo que a temas sociales se refiere, Richarlison se ha desmarcado de sus compañeros de selección yse ha pronunciado en defensa de la libertad de expresión: «Vivimos en un mundo muy peligroso donde no se puede tener opiniones. Sea contra el racismo, sea a favor del movimiento LGTBI, yo apoyo cualquiera de las dos causas». También quiso opinar sobre el famoso brazalete prohibido por la FIFA: «Tenemos que respetar la opinión de cada selección. No sé si aquí van a usar el brazalete o hacer algo contra el racismo. Yo apoyo cualquier situación”.
No es la primera vez que Richarlison muestra su lado más humano, pues la estrella carioca ha participado en más de una ocasión en campañas solidarias. Gracias a su influencia pudo ser el motor de un movimiento con el que se pudieron recoger 6,4 toneladas para su Nueva Venecia natal. También alzó la voz cuando en Brasil se vivían los peores momentos de la pandemia, ayudando a la Universidad de Sao Paulo (USP) a recaudar fondos para el desarrollo de estudios científicos.
Ahora, concentrado de lleno en el Mundial de Catar y después de una vida de montaña rusa, Richarlison siente que ha llegado su momento. Antes de cada partido sigue un ritual: abre su tablet y mira los goles de Ronaldo Nazario, su ídolo de infancia. En Corea y Japón Ronaldo hizo campeón a Brasil. En Catar, será lo que Richarlison quiera.
Imagen de cabecera – CFB Futebol
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