En febrero de 2013, Aleksansar Mitrovic y Lazar Markovic tenían 18 años. Jugaban en el Partizán de Belgrado, eran atacantes y las dos estrellas en ciernes del fútbol serbio. Markovic, extremo por ambas bandas, ya había debutado con la absoluta, mientras que a Mitro aún le faltaban unos meses para hacerlo. Micrófono en mano, Markovic ejercía de periodista sobre su compañero y entonces amigo inseparable. Ambos ataviados con el uniforme del club de la capital serbia, pues estaban en la concentración pre partido en un hotel, pasaban el rato haciendo preguntas cuando Markovic lanzó la más directa:
– ¿En qué equipo sueñas jugar?
–Newcastle, respondió Mitrovic, sin pensárselo.
Markovic ni pestañeó, pues no es difícil de pensar que el delantero ya había contado mil veces en el vestuario su sueño, por poco atractivo que pudiera parecer. Y es que, en ese mismo momento, el Newcastle caminaba 16º en Premier League y solo tres años antes había jugado en la segunda división del fútbol inglés. “Nunca lo he escondido. Lo sabe mi familia, lo saben mis compañeros, lo he dicho en muchas entrevistas. De todos los clubes del mundo, siempre he querido jugar en el Newcastle. Me encantaba Alan Shearer”, ha contado en otras ocasiones. ¿El motivo? Una vez, de pequeño, vio por la televisión un partido de los Magpies y se enamoró del estadio, de la gente, al verlo todo del mismo negro y blanco con el que juega su Partizán. “Todos los delanteros que juegan en Newcastle y marcan goles se acaban convirtiendo en leyendas”, diría años más tarde, porque Mitrovic terminó fichando por el Newcastle solo dos años y medio después, previo pago de una cifra cercana a los 20 millones de euros.
-¿Y tú, en qué equipo sueñas jugar?, preguntó entonces Mitrovic.
–Liverpool, contestó el extremo, algo más dubitativo.
Una respuesta con más sentido, más normal o habitual, aunque también alejada de los primeros espadas. En ese momento, el Liverpool no estaba en el Big 6 de la Premier League, llevaba tres años seguidos sin jugar Champions League y el club lo había cogido aquella temporada Brendan Rodgers, que tampoco lograría objetivos en ese primer curso. Un año y medio después, el Liverpool depositaría 25 millones para hacerse con los servicios de Markovic, que había jugado un año entre medias en el Benfica.
Ninguno triunfó en el equipo de sus sueños, pero las vidas paralelas de Markovic y Mitrovic han cambiado mucho en estos últimos siete años. Hoy, Mitrovic es la estrella de Serbia. Quizás no el jugador que más nombre y recorrido pueda tener, porque ahí pueden aparecer los Tadic, Milunkovic-Savic o Vlahovic, pero es sin duda el jugador que cuando se pone la camiseta de su país mejor rendimiento saca. Llega de meter más de 50 goles en los últimos 14 meses de competición, de clasificar con sus dianas directamente a su país a la cita de Qatar (ocho goles en ocho partidos, incluyendo uno en el tiempo de descuento del último partido que dio el pase de manera directa a Serbia al torneo y mandó a Portugal a la repesca) y de convertirse en el máximo anotador histórico de su selección. Markovic, en cambio, no estará en el Mundial. Vive el peor momento de su carrera. Suma más de cinco años sin ir convocado con la selección y desde que llegó a la disciplina red, donde nunca terminó de contar, su vida futbolística ha ido en picado.
Para entender un poco el carácter de ambos, hay que poner en perspectiva que vivieron una infancia en la que la Guerra de los Balcanes estaba en su máximo esplendor. Mitrovic jugaba al fútbol en la calle, pero lo hacía con adultos e incluso con gente de la edad de su padre. Aquello le sirvió para forjarse a base de golpes y le terminó inculcando una personalidad de Bad Boy que le ha acompañado también en sus días como profesional y que en el Partizán, Anderlecht y Newcastle le costó más de un disgusto. Cuando cumplió los 11 años, sus padres le llevaron a una prueba con el Partizán, el equipo de sus amores. El éxito fue tan rotundo que en el club le dieron el sí y les obligó a hacer casi a diario esa hora y media de trayecto en coche para llevarle a los entrenamientos. Algo similar le sucedió a Markovic un año después, ingresando en la misma categoría que Mitro y haciéndose desde entonces inseparables.
Si bien, Markovic parecía entonces tener algo más de futuro, por el simple hecho de haber desarrollado mejor físico y tener menos competencia en su posición, Mitrovic se tuvo que marchar cedido cuando cumplió los 16 años al equipo satélite que tiene el Partizán en la segunda división: el Teleoptik Zemun. Allí, en su puesta de largo, se vio de qué pasta estaba hecho. Salió al campo con el equipo perdiendo 0-2, marcó el gol que recortaba distancias y poco después se iba expulsado a la ducha por doble amarilla. Debut, gol y expulsión. Terminó el curso con siete goles. Nada mal para un chico que debutaba como profesional y que cumplió 17 años a lo largo del torneo. Por su parte, Markovic se asentó esa misma campaña como extremo en el primer equipo del Partizán, empezando el curso muy bien, tanto que terminaría debutando con la absoluta de Serbia antes de cumplir la mayoría de edad. Parecía que no tenían techo.
En la 12-13, la primera que coincidieron juntos como profesionales, Mitrovic anotó 15 goles y repartió cuatro asistencias, que se conjugaron perfectamente con las siete dianas y 10 pases de gol que dio Markovic para que el Partizán ganase la Liga Serbia con más de 10 puntos de ventaja sobre su eterno rival. Para los balcánicos fue imposible retener a sus estrellas. Apenas habían disfrutado de ellos un año juntos, pero uno se marchaba a la liga belga y el otro lo hacía a Portugal. Mitro estuvo dos años en el Anderlecht, donde marcó 44 goles (y 11 asistencias). Markovic solo pasó 12 meses en la capital lusa, antes de que el Liverpool tratara de rehacerse de la venta de Luis Suárez con el nombre del serbio encima de la mesa (además de Lallana y Balotelli).
En sus respectivos sueños, la Premier League les trató mal. Mitrovic entró con peor pie imposible. Amonestado en el primer minuto de juego en sus primeros dos partidos y expulsado en el cuarto a los 15 minutos del inicio, se ganó esa fama de Bad Boy inicial que no gustó nada a un Rafa Benítez que apenas le dio oportunidades en los dos años y medio que vistió la camiseta del club. Y eso que sus números en términos de goles generados por minutos jugados no estaba del todo mal, pero al técnico español nunca le entró por el ojo ese futbolista que parecía tener actitud de niño grande. Lo de Markovic fue mucho peor. Desde el primer día perdió la partida para jugar por la banda derecha con Sterling y tampoco le dejó ninguna opción por la izquierda Coutinho. El Liverpool, que retornaba a Champions League, fracasó en la fase de grupos y en el último partido, un manotazo intencionado le costó la expulsión y varios partidos de sanción para competiciones europeas, por lo que no pudo jugar la siguiente fase de la Europa League, donde los red cayeron ante el Besiktas. Al término de aquella primera campaña, Markovic no se volvió a poner la camiseta del Liverpool. “Me llevaba muy bien con Brendan Rodgers, pero por un motivo que desconozco, de repente de alejó, me dejó de poner en el equipo, no se dirigía a mí y en el inicio de la segunda temporada no me incluyó en la plantilla”, admitía el serbio, que se había ido cedido al fútbol turco.
Desde que ambos salieron del club que una vez catalogaron de sus sueños, la vida les ha tratado de manera desigual. Mitrovic firmó por el Fulham, donde se ha convertido en un auténtico ídolo. Ha ascendido al club en dos ocasiones a Premier League y ha rechazado ofertas para ir a equipos de más renombre y seguramente con mejores condiciones económicas. Tras pasar la barrera de los 100 goles marcados (en cuatro años y medio) se ha convertido en uno de los máximos artilleros de la historia del club. Markovic, en cambio, no ha levantado cabeza. Se marchó cedido al Fenerbahçe, sin éxito. Allí apenas pudo jugar, pues se pasó el curso entero lesionado. Después lo intentó en el Sporting Portugal, en el Hull City y en el Anderlecht, pero nada. Era difícil de creer. Haciendo un paralelismo con Space Jam, era como si alguien le hubiera robado las habilidades a ese muchacho que había debutado con 17 años con la selección de Serbia y parecía ser un futbolista que iba a dejar su poso en las mejores plazas.
En enero de 2019, el Liverpool anunciaba que Markovic ya no era jugador de su equipo. Jugador y club habían acordado rescindir el contrato y Markovic era libre para negociar su futuro. Su amigo Mitrovic no se olvidaba de él. El Fulham estaba en la Premier League, pero prácticamente iba a necesitar un milagro para salvar la categoría. El delantero serbio, que apenas llevaba 12 meses en el club (los seis primeros como cedido) pero que estaba siendo lo único destacable del equipo (incluso ya había llevado el brazalete de capitán pese a haber firmado su contrato permanente solo cuatro meses antes) habló con Shahid Kahn, el dueño del Fulham, y le convenció de fichar a Markovic. “La llegada ha sido altamente recomendada por Mitrovic a nuestros técnicos”, deslizaban fuentes del club a los medios ingleses. Total, ¿qué había que perder? El equipo de Ranieri estaba prácticamente descendido en la primera vuelta y terminaría la Premier League con solo 17 puntos logrados en 38 jornadas.
Markovic debutó el primer día que estuvo disponible y ese mismo día se desgarró. Fue su primer y último partido con el Fulham, pues la lesión le duró hasta verano. El contrato que había firmado solo era por seis meses, así que una vez libre decidió volver a Partizán. Ni siquiera allí consiguió regularidad. Y es que pese a que los partidos que jugó lo hizo a muy buen nivel, se pasó casi toda la temporada lesionado aquejado de una pubalgia. En las últimas dos campañas, también en Partizán, la historia se ha repetido. Markovic ha jugado muy bien, ha sido diferencial en el campeonato, pero las lesiones le han lastrado. Desde el pasado mes de agosto juega en el Gaziantep. Ha retornado al fútbol turco, toda vez que su primera experiencia allí no fue idónea.
Hoy, Mitrovic es el 9 de Serbia. Si no fuera porque hay un ser que parece nacido fuera de este planeta como es Haaland, el balcánico estaría peleando por ser el máximo goleador de la Premier League en un equipo modesto como el Fulham. El pasado octubre logró marcar su gol número 50 con Serbia, convirtiéndose en el cuarto jugador de la historia (tras Kane, Ronaldo y Neymar) que necesitó menos partidos para llegar a la media centena en el combinado nacional. Vive el mejor momento de su carrera y sueña con liderar a su selección y dar un golpe encima de la mesa en Qatar. También hoy, Markovic, el hermano deportivo de Mitrovic, es el extremo derecho del Gaziantep. Juega y se podría considerar más o menos titular, pero no indispensable. Apenas le da el físico para aguantar más de una hora de partido. Desde su último partido internacional, por el banquillo de Serbia han pasado cuatro seleccionadores. Ninguno le ha vuelto a citar y parece impensable que los caminos de Markovic y Mitrovic algún día se vuelvan a juntar.
Imagen de cabecera: Getty Images
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