El ‘ojo con Bélgica’ ya es todo un clásico. En la oficina, en la barra del bar con el café con leche, en Twitter o en los pronósticos de los grupos de Whatsapp. Hay quienes creen que es un cliché que ha perdido valor por sí mismo, otros que se aferran a él para tener un discurso que sobresale de los tópicos de las grandes potencias y los que opinan con gran fe que esta selección tiene potencial para llegar lejos. Si nos enseña algo el Mundial es que está lleno de situaciones imprevisibles. Ese punto fascinante del fútbol, dispuesto a romper el relato de siempre en mil pedazos para inventarse un nuevo guion tan inaudito como apasionante. La única certeza es que los ‘Diablos Rojos’ han aterrizado en Qatar con su mejor resultado histórico a sus espaldas, logrando llegar a la antesala de la final de Rusia 2018 venciendo a Brasil, siendo una de las tres únicas selecciones que ganaron todos los partidos de la fase de grupos, pero con la cuenta pendiente de dar un gran golpe encima de la mesa.
Roberto Martínez, con su talante, ha cocinado a fuego lento un equipo bien elaborado, de piezas complementarias y que dispone de un amplio abanico de recursos en el rectángulo. Un técnico que acumula experiencia y que conoce bien a su grupo; al que ha dotado de táctica, confianza y orden. El de Balaguer ha reunido futbolistas de gran recorrido, que ya conocen bien la selección, y hasta 10 jugadores que van a disputar su primer Mundial. Bélgica deja entrever su debilidad en la zaga, donde más carencias acumula. En gran parte, porque no ha encontrado un recambio para esas figuras que asoman su longevidad. Pero se hace fuerte con su ataque y el talento de sus figuras clave.
Un país que posee rincones de cuento y la fantasía de las botas de Kevin de Bruyne, la imponente postal de su arquitectura y la seguridad bajo palos de Thibaut Courtois. Ambos en el punto álgido de su carrera; un imprescindible todocampista para contar el relato y un rotundo guardameta que hizo méritos propios para ganar el Balón de Oro. No hay diablo más astuto que el 7 de Bélgica, un pasador de altísimo nivel que atesora una gran lectura de la progresión del juego y una gran capacidad de asociación; que además sabe adaptar su talento a las distintas situaciones a las que puede enfrentarse. El portero belga, por su parte, viene demostrando la magnitud de su presencia en el terreno de juego. Sus mejoras en el juego de pies, su comprensión ante las líneas de presión, sus reflejos o su dominio aéreo. Thibaut ya ha mostrado al mundo la descripción de un arquero determinante, siendo clave en la última Champions League. Los dos son las mejores cartas de la baza que posee el técnico catalán y hacen crecer el nivel competitivo del conjunto.
Por adivinar, nos queda el rol de Eden Hazard frente al amenazante nivel de Leandro Trossard. Aunque Roberto Martínez ya ha confirmado tanto su titularidad como su plena confianza a un talento que ha tenido un gran peso como internacional. Sin basarse en la meritocracia de clubes, el técnico sabe que dispone de un jugador de una calidad diferencial, con compromiso y experiencia. Por otro lado, la evolución del estado físico de un jugador sustancial como Romelu Lukaku irá descubriendo su impacto en el Mundial. Un futbolista letal que primero dispara y luego pregunta, que quiere regresar de los infiernos de las lesiones para ser el más diabólico en el área. Así como la oportunidad de aquellos jóvenes que derrochan una valiosa energía. Lo que sí sabemos es que la selección belga, primera del ranking durante cuatro años, quiere ser protagonista, al menos, de alguna de las mejores historias contadas desde el terreno de juego de este Mundial. Ese que nos invita a presentir que es el último cartucho para una generación dorada que ha confeccionado un valioso legado y que buscará, sin duda, dar un último coletazo endiablado. Ojo con Bélgica.