Era el verano de 2015 cuando el fútbol femenino español, dormido durante mucho tiempo, comenzó a despertar. Las futbolistas empezaron a ser conocidas, aparecieron los patrocinadores, los récords de asistencia empezaron a sucederse y los éxitos comenzaron a llegar. En las categorías inferiores de la Selección no se ganaba un torneo desde 2011, en el Europeo sub-17. Ese mismo año, el equipo dirigido entonces por Pedro López lograba el título con una generación plagada de talentos. la final la jugaron futbolistas de la talla de Laia Aleixandri, Ona Batlle, Patri Guijarro, Aitana Bonmatí, Maite Oroz o Lucía García.
España arrasó a Suiza en una final (5-2) a la que nunca habría llegado de no ser por Natalia Montilla. La Rojita caía ante la Francia de Katoto en la semifinal, pero en los últimos minutos apareció la cordobesa, que se sacó de la manga una vaselina portentosa desde el costado derecho que descolocó a la guardameta. Forzó la tanda de penaltis, donde marcó además uno de los lanzamientos. La atacante por entonces del modesto AD Naranjo se confirmaba a sus 16 años como una de las grandes promesas del fútbol español, pero su trayectoria fue muy distinta a la de sus compañeras hasta aterrizar definitivamente en la élite.
Hacía años que el Sevilla FC le seguía la pista, y después de la madurez adquirida en la sub-17 decidió dar el salto al club de Nervión, que buscaba formar un equipo con el que lograr el ascenso a Primera División. Sin embargo, y pese a que tuvo minutos de sobra para crecer, Natalia decidió regresar al AD Naranjo un año después. «era un poco como Jesús Navas, no era capaz de salir de casa», decía su padre, según cuenta en una entrevista en el diario Cordópolis. Recordemos que el campeón del mundo en Sudáfrica 2010 y ya leyenda en Nervión tuvo que superar duras crisis de ansiedad en sus inicios. La joven Natalia no se fue a vivir a Sevilla, optó por viajar cada día desde su Córdoba natal para seguir con su familia. En más de una ocasión ha admitido su arrepentimiento por haber dejado el club sevillista.
Jugó dos temporadas en el AD Naranjo y después su carrera dio un giro radical al dejar el fútbol temporalmente y dedicarse al fútbol sala. Solo jugó seis meses en el Itea Córdoba CF Futsal, donde marcó 19 tantos en apenas cinco partidos. En la 18-19 daría el salto al Pozoalbense, natural de Pozoblanco (Córdoba), que se ha convertido en poco tiempo en uno de los clásicos de la categoría de plata. Allí se asentó de tal forma que acabó marchándose cuatro años después, aunque ya en 2021 estuvo a paso de salir tras recibir ofertas del Alhama y el Santa Teresa, entre otros. La insistencia de su técnico acabó convenciendo a Natalia, y aunque el rendimiento del equipo no fue el esperado (acabó 12º de 16, a más de 20 puntos de la cabeza), la cordobesa firmó una temporada de ensueño, con 15 goles y siete asistencias.
El destino le tenía guardada una sorpresa. Esta vez la oferta llegaría de un equipo de Primera División, nada menos que del Betis Féminas, imposible de rechazar. La mala dinámica del equipo verdiblanco en este inicio de curso y la adaptación a la máxima categoría y a un equipo nuevo fueron sus primeros obstáculos, pero Francis Díaz le ha dado minutos y ha acabado respondiendo: en la última jornada ante el Villarreal marcó sus dos primeros goles en la Liga F para demostrar que la dirección deportiva bética no se equivocó ni mucho menos con su incorporación, y que todo ese talento que mostró en su día a toda Europa también da ahora sus frutos.
Hay muchos caminos de llegar a ser futbolista profesional. El de Natalia fue un poco más empedrado que el de sus compañeras, pero ya está aquí y ha venido para quedarse.