Con el Southampton y el trabajo de Ralph Hasenhüttl llevaba yo años en una encrucijada. En muchos momentos, durante estas cuatro temporadas, tuve la sensación de que el despido no era lo más adecuado, pero que iba a llegar. Cabe recordar que en el espacio de 16 meses los saints encajaron dos resultados desastrosos: 0-9 ante el Leicester y 9-0 en Old Trafford. Pero el austriaco seguía pese a las dudas que el balompié profesional proporciona a los que pierden.
El técnico se dedicaba a promocionar a buenos futbolistas jóvenes de la Premier para que ellos y su equipo crecieran juntos. La entidad de la costa sur ha forjado esa leyenda: es una fábrica de futbolistas muy talentosos donde crean y pulen a los mejores diamantes para posteriormente venderlos a un precio alto. Y no paraban. Eso, evidentemente, tiene un riesgo manifiesto: si vendes a Sadio Mané, por ejemplo, no puedes esperar que su recambio vaya a dar el mismo nivel.
Por ello, se pueden comprender los altibajos del conjunto de St Mary’s. Eran capaces de ganar a uno de los grandes para luego caer en envites relativamente sencillos. La juventud de la plantilla era palpable. Y en estos tiempos de Mundiales en noviembre, con un parón abyecto de por medio, los clubes están tratando de agitar el árbol. Este curso hay una especie de pretemporada a la mitad del camino que proporciona todo lo que no tiene un técnico en la élite: tiempo. Esa es la razón por la que algunos que no han cambiado la dinámica en tres semanas, como Jorge Almirón en el Elche, están empaquetando sus cosas.
No será este un artículo que quiera soltar los tópicos que imperan en el balompié. Lo de la paciencia y tal. Sin embargo, creo que Hasenhüttl es uno de esos entrenadores que poseen el nivel suficiente para revertir la situación del equipo. Puede que el siguiente que llegue al Southampton salve la categoría, pero el austriaco es buenísimo. Dejarlo ir puede ser uno de esos errores históricos que recuerdas toda la vida. Solo el tiempo podrá decirlo.
Imagen de cabecera: @SouthamptonFC