En nuestros momentos más oscuros llegamos a pensar que somos los más desgraciados del mundo. Nos imaginamos que nadie más está angustiado, que nadie más pasa vergüenza como la que padecemos nosotros. Tremenda mentira. De hecho, incluso los próceres sufren ignominias. Que se lo pregunten a Steven Gerrard, un personaje amado por millones de personas por ser protagonista de muchas historias épicas y que ayer fue despedido por el Aston Villa.
Es cierto que sus últimos resultados eran horribles. Había perdido, al parecer, a gran parte del vestuario por su poco tacto con sus jugadores. Un perfil de Twitter, muy juguetón, quiso colar un bulo que fue compartido por muchas personas. Decía que Gerrard había encerrado a sus futbolistas en el vestuario tras perder 3-0 contra el Fulham. Todo, por supuesto, era mentira, pero que algunos se lo creyeran es una demostración de cómo había caído su reputación. Las informaciones contrastadas sí que confirman que llegó a coger el bus del equipo sabiendo que no iba a continuar como técnico de la entidad. Muy duro. Te llames como te llames.
Su trayectoria como técnico parecía tener un camino claro. Tras hacer un gran papel en el Rangers FC fichó por los villanos para coger experiencia como técnico de primer nivel en la Premier League. Pero el final del trayecto estaba claro: Anfield. Su guion estaba escrito a la perfección. ¿Veis? Los más grandes también tienen planes que no salen bien e incluso con esfuerzo y con un talento innato el destino te puede tener preparado un puñetazo en la quijada.
Ahora Gerrard, segurísimo, estará en las quinielas de muchos equipos ingleses que despidan a su entrenador. ¿Entrenará al Liverpool? Nunca se sabe. Lo que es evidente es que levantar la deseada Premier League – que se le escapó como jugador- con el equipo que le vio crecer es en este momento un poco más difícil.
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