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Benditas contradicciones

Empecemos por las evidencias: la España de Luis Enrique ha logrado otro éxito. La Nations League no es la competición más atractiva del mundo, por supuesto que no, pero los integrantes de la Selección han celebrado de manera efusiva el pase. Lo han hecho, en primer lugar, por la manera como se ha conseguido: con un gol de Morata en el 87’ que además ha significado una victoria en Portugal 19 años después.

En segundo lugar, porque se trata de una competición oficial cuya guinda es una Final Four que a todos nos apetece cuando llega. Croacia, Países Bajos, Italia y España. No es mal cartel. Y en el caso de la Selección, la Nations League ha servido para crecer. La pasada fase final, donde se tumbó a la campeona de Europa y se miró a los ojos a la todopoderosa Francia, fue una gran continuación de la Eurocopa y reforzó el discurso de Luis Enrique.

Hay un tercer motivo que en estos momentos es el que más pesa: las sensaciones de cara al Mundial. La imagen ante Suiza fue muy pobre y supuso un bajón. Tan solo tres días después, la victoria en Portugal, por inesperada tras lo visto en la primera parte, por la entidad del rival y por ser en los minutos finales, es un subidón. Luis Enrique habló en varias ocasiones en la rueda de prensa posterior al encuentro sobre la alegría final. Las imágenes lo decían todo. Es mucho mejor llegar así.

Sin embargo, la historia podría haber sido bien distinta. Parecía que Lucho firmaba el empate al descanso para jugarse la clasificación en la segunda parte, algo que no va en el ADN del técnico asturiano, sin complejos. Vimos a una Selección plomiza, sin ningún tipo de amenaza y que se agarró a las paradas de Unai Simón, que sale reforzadísimo de este partido tras las dudas que dejó ante Suiza. La cosa fue cambiando a medida que avanzaba la segunda parte. Gavi y Pedri entraron, se hicieron con el mando del partido y dejaron claro que son la pareja de interiores de España en el Mundial. También lo hicieron Nico Williams y Yéremy Pino, que aportaron mucho más desborde y peligro que Ferran Torres y Pablo Sarabia. El del Athletic ha comprado muchas papeletas para estar en el Mundial. Ya es muy bueno y, si nada se tuerce, dará muchas alegrías a España. 

En cuestión de minutos hemos pasado de la decepción a la euforia. Encadenamos la inesperada derrota ante Suiza con un primer tiempo muy flojo en Portugal y al descanso todo eran caras tristes y críticas (merecidas) a la Selección. Ni una hora después, no descarto que alguien se haya hecho un gintonic para celebrar la victoria e ilusionarse con Nico Williams.

Es una contradicción, como en ocasiones puede parecerlo el plan de Luis Enrique desde fuera, especialmente en un parón como este, donde el técnico asturiano ha introducido 7 cambios entre un partido y el otro y ha tomado decisiones como dejar a Azpilicueta y Eric García fuera de la ‘final’ ante Portugal para terminar poniendo a Rodri de central. Es muy lícito dudar de lo que hace Lucho y, por qué no, criticar sus decisiones. Cada uno llevamos un seleccionador dentro y el debate forma parte del fútbol, no nos engañemos.

Otra cosa bien distinta es cuestionar la capacidad de Luis Enrique como entrenador. Hoy en día, el fútbol español no tiene a tantos jugadores que marquen la diferencia como el francés, el inglés o incluso el portugués, y eso va más allá de las convocatorias del seleccionador. Ante esto, Lucho opta por los jugadores que mejor se ajusten a su modelo, aunque no sean los más talentosos. El resultado: unas semifinales de la Eurocopa y dos participaciones seguidas en la Final Four de la Nations League. Algo sabrá Luis Enrique. A mí me chirría ver a España jugándoselo todo en Portugal con Pau Torres y Hugo Guillamón como centrales, pero no a quien tiene la información de los jugadores. A seguir dudando y a seguir confiando en Luis Enrique. Benditas contradicciones.

Imagen de cabecera: Getty Images

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