Dentro del ruido abracadabrante que provoca cada convocatoria de Luis Enrique —más si cabe tratándose de la última lista antes de la definitiva para el Mundial— hay solamente un puñado de sonidos concluyentes que pueden ser extraídos sin temor a confundirse o equivocarse. Uno de ellos es que todos y cada uno de los delanteros que el seleccionador viene citando son atacantes con una clara propensión al trabajo sin balón y a no escatimar esfuerzos en la presión. Y los que no llevan esa condición en su juego, directamente ni están ni se les espera.
“En mi idea de juego hay que atacar con 11 y defender con 11”, ha remarcado el seleccionador español en varias ocasiones. “Si los delanteros no nos hacen el trabajo defensivo, no podemos ser solventes para resolver los partidos”. En otras palabras, no nos valen. Y es precisamente desde este punto de vista infatigable a la hora de morder la salida desde atrás del rival con el que se explica en primer término la resonante convocatoria de Borja Iglesias con la selección.
Aunque, obviamente, su efusiva labor en el pressing alto no es el único aspecto por el que el gallego ha logrado postularse a última hora como un serio candidato a ser uno de los puntas que Luis Enrique se lleve a Catar. También está el gol, conditio sine qua non y el argumento de mayor peso para los grandes fans de la meritocracia más prosaica, ya que el verdiblanco es el máximo goleador nacional de 2022 con 18 dianas. Borja tiene los tangibles y los intangibles. Lo que ‘Lucho’ pide y lo que el aficionado reclama. Al gol desde el ‘curro’ que realiza para el colectivo.
Presión y pólvora, sí, pero también confianza, energía, personalidad, sacrificio y humildad, recursos para rematar de primeras dentro del área y para armar la pierna con contundencia fuera, lectura, dinamismo, profundidad, amenaza al espacio… Con el carisma y el momentum. El impulso, la inercia y el estado de forma propicios. ‘El Panda’ sabe participar del juego sin quitar juego al resto, es conciso en sus toques pero también preciso y consecuente con la idea. Efectivo a la hora de proteger la posesión, de juntar, soltar y hacer progresar al equipo cuando está lejos de la portería y también útil ahí como recurso directo a la espalda de una defensa adelantada.
Uno de esos delanteros centro que siempre están en constante movimiento, tanto cuando su equipo la tiene como cuando no, capaz de sacar réditos en un sprint uno contra uno por pura potencia tras una carrera larga o de obtener el medio metro decisivo con una ruptura corta intelectual, fruto de su talento para ganarse su espacio rematador en el área o para realizar los arrastres tras centro lateral (una acción que España repite asiduamente por puro concepto) que provoquen la aparición del agujero que un compañero rellenará en zona de máxima conversión.
Borja Iglesias se ha convertido en el Betis de Pellegrini en un nueve muy completo en todas sus facetas. Además, como añadido en absoluto desdeñable en un torneo tan tenso y corto como una Copa del Mundo, está su asombrosa efectividad desde el punto de penalti. El santiagués no ha fallado ni uno de los 16 que ha tirado entre todas las competiciones (Liga, Copa y Europa League) desde su salto a Primera División y para encontrar su último fallo hay que remontarse casi cinco años atrás, hasta un Zaragoza – Lugo de la Segunda División 2017/2018.
Borja Iglesias no será el delantero centro de más alta gama con el que haya contado España en su historia reciente, pero es un nueve curtido y solícito, un nueve que asegura trabajo y gol. Un nueve que con este nivel, con este compendio de virtudes y en este afiladísimo pico actual de forma encaja perfectamente en lo que Luis Enrique solicita de su futbolista más adelantado. Un Panda 4×4. Un nueve que vive el mejor momento de su carrera, como él mismo ha declarado. El tipo de nueve que ha sabido hacer goles en todos los terrenos, de la 2ªB a quién sabe si en todo un Mundial. El tipo de nueve que en todos los terrenos sabe hacer mucho más que goles.
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