Ya no están. Tanto Bayern como Borussia Dortmund tuvieron que buscar este verano sustituto para Robert Lewandowski y Erling Braut Haaland, misión complicada, puesto que ambos jugadores habían dejado el listón muy alto. Sobre el papel, estaba claro que el equipo que menos iba a acusar la baja era el bávaro. ¿Por qué? La capacidad goleadora del equipo muniqués nunca ha estado discutida. Si el delantero centro no acertaba, los jugadores que le rodeaban se encargan de marcar. No les tiembla el pulso. La defensa, quizás, es un problema distinto.
El Bayern fue rápido y apostó por un jugador de garantías, con experiencia, procedente de un grande, aunque no sea realmente un delantero centro. Sadio Mané era perfecto para un equipo con los jugadores de Múnich. Un futbolista veloz, desequilibrante, que no solo puede ser el ‘9’, sino que puede partir desde la banda. La elección correcta o, al menos, una que no tuviera fisuras, sin los excesos del mercado. Se podría discutir sobre la edad del senegalés, no obstante, el rendimiento estaba fuera de toda duda. Ahí quedan los números. También llegó Mathys Tel, pero claro, un chaval de 17 años que llega para ser un proyecto no puede ser muy tenido en cuenta para una misión tan complicada como lo es sustituir al polaco.
En el caso del Borussia Dortmund el caso es muy distinto. La ausencia del noruego iba a ser cubierta por Sébastien Haller. Sin embargo, como todos sabemos, el cáncer le ha obligado a alejarse de los terrenos de juego un tiempo. El marfileño estaba cumpliendo muy bien en su relación con el gol. Tal vez, era el delantero que mejor podía suplir al gigante noruego, salvando las distancias. Sin embargo, hubo que buscar otro hombre de carácter urgente y sonaron varios. La rumorología arrancó la maquinaria y empezaron a salir nombres como Edinson Cavani, Mauro Icardi, Piatek, Giovanni Simeone… Incluso, en algún momento saltó el nombre de Paco Alcácer, un viejo conocido de los borussers, que había perdido mucho protagonismo e, incluso, estuvo a poco de acabar jugando en tierras árabes.
Sonaban jugadores, pero había pocos fundamentos. El objetivo era cubrir el parche de Haller, de manera ocasional. Y, finalmente, llegó Anthony Modeste. En el club estaban ya Donyell Malen y Youssoufa Moukoko pero, mientras uno no estaba teniendo mucha suerte de cara a la portería rival, el otro, que se hinchó a marcar goles en las inferiores, aún estaba muy verde para coger ese papel protagonista. Hasta iba a salir cedido si no hubiera pasado nada con Haller. Luego está el caso de Karim Adeyemi, un complemento al que los problemas físicos no le han dejado mostrarse en dos partidos seguidos.
Con todos esos inconvenientes, la solución de Anthony Modeste sorprendió a muchos. Es verdad que el parche iba a ser de un solo año y, tal vez por eso, la elección de un veterano fue correcta. Y si lo que se buscaba era alguien con gol, la pasada temporada Modeste fue uno de los grandes culpables de la clasificación europea del FC Köln, con los 20 goles que marcó. Pero algo iba mal. Tener a Modeste en el campo implica poder abusar de los centros desde la banda y, en este caso, el Dortmund ni se aprovechaba de ello. Guerreiro y Meunier, los jugadores que serían los encargados de ese cometido no se aprovechan y esto convierte al delantero francés en una isla que, en muchos partidos, se siente solo. No porque no le llegan balones, sino porque le llegan de una manera antinatural a la que está acostumbrado. Como muestra, un botón. El único gol que ha marcado desde su llegada a Dortmund (estando a 14 de septiembre), fue un remate de cabeza tras un centro de Salih Özcan. Ahí Modeste es eficaz.
Pasan los días y se echa de menos a Lewandowski y Haaland en Alemania, pero la vida sigue y, como ellos, otros grandes jugadores se fueron en su día y nuevos nombres ocuparon su lugar. Eso ha pasado en otros equipos. Regresó Timo Werner al club en el que se mostró al continente y llegó gente nueva como Kolo Muani, dejando muy buenas sensaciones. Otros, en este inicio de campaña han superado con creces la campaña anterior, como es el caso de Sheraldo Becker, una de las caras del siempre sorprendente Union Berlin. Así es el fútbol, cuando unos se van, otros ocupan su lugar.
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