Esto no va solo de ser bueno. No se trata de cumplir con cuatro highlights y tener un par de marcas detrás haciendo esa publicidad que impulsa hasta las nubes. No todos tienen la misma suerte o han nacido bajo la misma varita. Para triunfar en el fútbol se suman muchos más condicionantes. Tener unas cualidades y saber explotarlas, comprender la idea de juego que expone el entrenador, que la cabeza esté bien amueblada y que el exterior no haga demasiado ruido dentro de ella. Y aunque todo esto se cumpla a la perfección, siempre será necesario que la oportunidad llegue en la circunstancia adecuada. No hay garantía alguna sin ello. Fede Valverde cumplió un poco de todo lo necesario. El Real Madrid supo atarlo en el momento preciso y, a partir de allí, escaló etapas hasta que llegó a la primera plantilla. Supo aprovechar al máximo su momento. Sin demasiado adorno, ‘El Pajarito’ pasó a ser una de las piezas de una transformación generacional. Se hizo un hueco en un equipo de estrellas, entre fichajes de chequera. Pico y pala.
De falso extremo, de interior, de lateral. La evolución de Valverde nos ha mostrado su polivalencia y cómo es capaz de jugar en distintas posiciones entendiendo lo que necesita cada dibujo de Carlo Ancelotti, aportando el máximo en cada cometido. El de Montevideo es una pieza tan completa que resulta diferencial en ambas fases del juego. Con una intensidad característica, disputando cada balón sin dar ninguno por perdido. Su solidez defensiva es un seguro para paliar las transiciones del rival. Su velocidad es también un activo para recuperar rápidamente esas zonas que precisan ser resguardadas. Fede interpreta el juego. En ataque, su profundidad es una de sus mayores garantías. Con una zancada infalible en cada uno de sus desplazamientos que se acometen desde su agresividad y convicción. Sin aderezo. No lo necesita para sortear rivales; porque posee una altísima capacidad para romper líneas a través de su conducción, otorgando un juego vertical que se traduce en amenaza. A pesar del desgaste que requieren sus constantes acciones, es sorprendente la regularidad de su físico en los distintos tramos de partido.
Lo que conseguimos a base de pico y pala siempre nos otorga una satisfacción, por lo menos, distinta. Todas las instancias presentadas hasta un primer beso, el primer plato que sustituye un largo recorrido de comida prefabricada, la independencia en un nuevo piso, un ascenso profesional provocado por días, meses y años de sacrificio. Nada es negociable sin compromiso. El esfuerzo del uruguayo es ostensible en cada uno de sus encuentros, en cada disputa por seguir en contacto con el cuero. Ha participado en cinco goles en sus últimos ocho encuentros. Ha marcado uno de esos goles para encuadrar. De los que supo leer y dibujar a la perfección. Desde su casa hasta la escuadra rival. Óleo sobre lienzo. Una obra de arte para exponer de todo lo que es capaz y para recordar que, desde hace un tiempo, es una pieza indiscutible. Lo que tiene, se lo ha ganado. Sin demasiado ruido ni exuberancias. ‘El Pajarito’ desplegó sus alas y está dispuesto a volar muy alto. La meritocracia, a veces, llama a la puerta y se la invita a entrar.
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