Con la retirada de Andrea Dovizioso a finales de año, no quedará en el Mundial de MotoGP ninguno de los grandes protagonistas de la primera década del siglo en las extintas categorías ligeras de dos tiempos: 250cc y 125cc.
Más allá de Mattia Pasini, que este año hizo un wild card en Moto2, hace tiempo que fueron saliendo de la primera plana mundialista los grandes protagonistas de aquellos años en la antesala de la clase reina. Mika Kallio, Julián Simón, Yuki Takahashi, Álex Debón, Alex De Angelis, Randy De Puniet, Roberto Locatelli, el mencionado Andrea Dovizioso y, por supuesto, Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo.
Valentino Rossi vio desfilar a generaciones y les jubiló a casi todos. Tras su marcha, en MotoGP solo quedan dos pilotos con experiencia en 250cc: el mencionado Andrea Dovizioso y Aleix Espargaró. Sin embargo, el paso del catalán por dicha categoría fue bastante efímero, con solo dos cursos completos y un quinto puesto como mejor resultado.
Si acudimos a 2009, la última temporada de existencia del cuarto de litro, eran cuatro los pilotos que se disputaban las victorias y el título, que fue a parar a manos del japonés Hiroshi Aoyama, que hace tiempo colgó el casco y ahora trabaja con los jóvenes talentos japoneses de HRC. Otro era el añorado Marco Simoncelli, campeón el curso anterior. Sin título se quedaron los dos españoles: Héctor Barberá, que actualmente compite en el MotoAmerica Superbike, y Álvaro Bautista.
El manchego sigue brillando a nivel mundial, pese a que hace ya cuatro años que salió de MotoGP, donde nunca tuvo la moto que muchas veces mereció.
Primero fue piloto oficial Suzuki cuando la marca preparaba su penúltimo adiós a la clase reina. Más tarde se convirtió en el conejillo de indias de Honda, que le tenía probando soluciones alternativas de frenos y suspensiones. Después se enroló en un proyecto de Aprilia demasiado en pañales, y finalmente pasó dos años con una vieja Ducati en las filas del Aspar Team.
Una vez le dieron la Desmosedici oficial -para sustituir a Jorge Lorenzo en Phillip Island 2018- y acabó la carrera a dos segundos de Andrea Dovizioso, que llevaba una década subido en ella.
Un mes después estaba fuera de MotoGP.
En vez de lamentarse por su mala suerte, se cargó de motivación y, al calor de (por fin) una moto ganadora, protagonizó el debut más apoteósico que recuerda el Mundial de Superbike, donde ganó sus once primeras carreras sobre la Panigale V4R, una máquina que parecía hecha a su medida.
Después vendrían las dudas y acabó el año como subcampeón, antes de hacer caso a los cantos de sirenas de Honda que le tuvieron dos años perdido hasta volver a atisbar la tierra prometida de la Panigale en un reencuentro ansiado por ambas partes que nuevamente se tornó en éxito inmediato.
La diferencia es que ahora ya no solamente tiene que desbancar al emperador Jonathan Rea, el Julio César del Mundial de Superbike. También se tiene que medir al Marco Junio Bruto de turno, el joven Toprak Razgatlioglu, que tras salir del paraguas de Kawasaki en el que Rea quería cobijarle le destronó sobre la Yamaha.
En este panorama, a sus 37 años, el talaverano Álvaro Bautista se ha convertido en el irreductible Astérix, sobrenombre acuñado por el comentarista Pere Flores en DAZN por las trenzas rubias que el talaverano está llevando en este 2022.
No es solo el último bastión de aquel cuarto de litro.
Cual poblado galo, con Gigi Dall’Igna como su particular Panorámix y la V4R como poción mágica, Álvaro Bautista es la esperanza de las marcas europeas para acabar con el imperio japonés que domina la categoría reina de las motos de serie desde 2013 y tratar de devolver a Ducati a lo más alto, algo que no consiguen desde Carlos Checa en 2011.
Imagen de cabecera: Ducati