El cielo es azul, los pájaros cantan y el Madrid gana. Realidades incuestionables de la vida. Da igual cómo, cuándo y por qué, sabes que va a ocurrir. Tenía dos cosas claras antes de la Final de la Champions: que el Liverpool iba a jugar mejor y que el Madrid iba a ganar. Esta vez, para variar, acerté. Porque esa es la esencia del club blanco, porque cada equipo tiene una razón de ser y de existir. La del Atleti es sentir, la del Barça es gustar y la del Madrid es ganar.
No ocurre siempre, pero casi. El diseño del escudo lo llevaba bordado. No es una cuestión de con cuál sino de quién. Estos mismos jugadores con esas mismas edades no hubieran ganado la Champions con otra camiseta. Soy atrevido en la afirmación, pero lo creo firmemente. Tanto que pensé que no ganarían ni con ésta, iluso de mí. No es un menosprecio sino un halago. El nivel de la plantilla es alto, pero no el más alto. Da igual y también que se sienta sometido 60 minutos, o le chuten diez veces y alguna vaya al palo. El final de la película siempre es el mismo: gana el Madrid. Sabes que va a ocurrir, solo te falta por descubrir el desarrollo.
Tampoco importa que se vaya el entrenador perfecto para este equipo. Zidane toma otro camino, pero aparece alguien que lo mejora en el campo y fuera de él. Ancelotti ha dado una ‘master class’ de señorío y respeto por sí mismo y por sus rivales. Volvió y ganó, como es costumbre. Ganar no se analiza en las pizarras porque ganar no es una táctica, ni una posesión de balón, ni una presión en bloque alto. Ganar es un destino, el del Real Madrid.
Son 14 Copas de Europa y llegarán más porque esa es su identidad y cada uno debe sentirse orgulloso de la suya. Son muchas y diversas, y todas tienen su encanto. Para el madridista, ganar es el principio y el final, por eso disfruta de su dinastía, de su dominio, de su poder. El rival ya lo tiene asumido, el protagonista también. En este bendito juego donde hay un marcador solo gana uno y suele ser el Madrid.
Imagen de cabecera: Real Madrid