David Ferrer pasea bajo el sol y sombra de la última jornada del Trofeo Conde de Godó. Una edición, la de 2022, que ha sufrido varios contratiempos meteorológicos que obligaron a que semifinales y final se jugaran en el mismo día: un domingo de gloria para el tenis español.
No solo porque la antesala al título la jugarán dos de la casa. Sino porque el campeón, Carlos Alcaraz, vuela ya en las 10 mejores plazas del mundo. Una posición de privilegio conseguida en Barcelona; en el torneo del que Ferrer es director.
Esa es la nueva vida del alicantino. Ataviado con camisa y chaqueta, la batuta ya no tiene cuerdas sino dialéctica. Ahí Ferru también se defiende a la perfección. Su inteligencia y su resiliencia en la pista también se han trasladado a los despachos.
Desde que se retirara en el año 2019 en su última presentación en el Mutua Madrid Open, Ferrer ha sabido compaginar su actividad al frente de la Academia que lleva su nombre en Jávea con las directrices de mandatario de un torneo de enrome relevancia para el tenis mundial, en especial, para el español.
“Desde el primer día que me retiré asumí que ahí se cerraba una etapa y no pienso mucho en esto, porque soy feliz con la nueva vida que tengo y con lo que hago. Cuando lo recuerdo, lo recuerdo con cariño, pero no con nostalgia. Ya no me siento jugador. Ahora me toca esto y la verdad es que me gusta hacer otras cosas distintas a las que he hecho toda la vida, por una cuestión de aprender y de exponerme a situaciones diferentes, porque creo que te hace mejor”, aseguraba estos días atrás en una charla, en exclusiva, con El País
No hay una plaza en la que se respire más tradición tenística en nuestro país que en el Real Club Tenis Barcelona, insignia de muchas grandes hazañas y proezas vintage del tenis que queda en galerías.
“Es singular porque es un torneo de club, y de estos ya quedan pocos; te diría que Queen’s o Roma, porque aunque este último pertenezca a la federación italiana no deja de ser un club. Aquí el torneo es de Barcelona y de los socios, que lo viven con mucha intensidad y con mucho cariño; eso es muy bonito y hay mucha historia detrás. Aquí muchos de los trabajadores son hijos de personas que habían trabajado antes para el torneo. Yo he vivido eso desde pequeño y poder mantenerlo con un torneo de esta magnitud es una maravilla”, señala.
Y no le falta razón. En el Godó se respira uno de esos ambientes exclusivos y reservados a torneos muy especiales dentro del calendario tenístico. Pasear por Pedralbes, con el torneo en marcha, es un hervidero de coches, gente y socios que ven cómo el club de toda la vida se engalana para la fiesta anual que congrega a miles de feligreses de la raqueta en torno al sonido de las cuerdas que proliferan por el enclave catalán.
“Viví el tenis con mucha intensidad, y cuando decidí que ya no iba a jugar más era porque ya no tenía esa intensidad. Quise acabar de una manera correcta, con un buen nivel, y me quedé a gusto en ese sentido”.
Ferrer tiene nueva vida pero sigue siendo el mismo.
Imagen de cabecera: Barcelona Open Banc Sabadell