Temporada 2014-2015, Champions League. El Atlético juega en Europa por primera vez tras la herida incurable de Lisboa. Bajo palos, nerviosismo: Jan Oblak. El esloveno, el portero más caro de la historia en ese momento (16 millones de euros), se ponía por primera vez el escudo rojiblanco en el infierno griego del Pireo ante el Olympiakos. Aquejado de una lesión de cadera, Jan Oblak se había perdido casi toda la pretemporada y eso había provocado que Moyá, que claramente llegaba al Atlético para ser suplente, fuera el portero titular. Los rojiblancos llegaban pletóricos al inicio en Europa, pues solo tres días antes se habían impuesto en el Santiago Bernabéu y el Atlético volvía a demostrar ser una roca defensiva atrás en ese inicio de campaña. Pero nada marcha con Oblak bajo los palos en su puesta de largo. La defensa tiembla. Miranda y Godín comenten errores poco habituales. Ansaldi, Gabi y Juanfran tampoco están finos. A Oblak le tiran cuatro veces y le hacen tres goles. El Atlético pierde y Oblak no vuelve a jugar hasta la Copa del Rey. Queda relegado a la suplencia tras Moyá y solo una lesión de este le vuelve a dar alas para coger una titularidad que ya no ha vuelto a soltar en ocho años.
Y nunca ha estado cuestionado, salvo ahora. El esloveno, uno de los mejores porteros del mundo en el último lustro (y algo más) es solo una sombra de lo que ha sido todo este tiempo. Atenazado, temeroso, bloqueado. El Atlético ve como cada tiro que le hacen es prácticamente gol. Da igual que sea por arriba, por abajo, de lejos, de cerca, a bocajarro o de falta. Oblak vive esta temporada un calco permanente de aquella noche en El Pireo. Dicen las estadísticas, que es el portero que menos balones para en relación a los que le tiran en las cinco grandes Ligas. Las mismas que revelan que Oblak, que fue el portero con mejores números de Europa en el apartado de goles esperados, ahora es el segundo peor del continente, solo por detrás de Benoit Costil. Ha pasado de detener el 80% de los lanzamientos a estar por debajo del 45%. Afortunadamente, le tiran poco, porque paradójicamente no está muy alejado del líder esta temporada en el trofeo Zamora.
Y sí. Las ocasiones del rival, casi siempre, suelen ser bastante francas para marcar. No es novedad, ni será la primera vez que se comente (posiblemente tampoco la última) que el nivel defensivo del Atlético este año brilla por su ausencia. Que el rendimiento de Hermoso y Felipe está restando más que sumando, que los laterales no son laterales, que el centro del campo suele ser un agujero y que Savic y Giménez, quizás los más fiables, han visto más partidos desde la enfermería que sobre el césped. Mención aparte merece el juego a balón parado y los centros aéreos, un auténtico quebradero de cabeza en el que el portero sale realmente perjudicado. Nunca ha brillado por su superioridad por arriba, tampoco en todos estos años de atrás donde ha sido determinante y siempre un top3 mundial. Ahora la sangría es mayúscula.
2022 no ha comenzado de la mejor manera. El Atlético ha concedido 13 disparos a puerta y 11 de ellos han acabado dentro. En los últimos 10 partidos ha encajado 20 goles y solo ha dejado la portería vacía en uno de ellos. En la temporada completa, y estamos en febrero, Oblak ha encajado 45 goles en 32 partidos. Ya es la peor cifra desde que llegó al Atleti. Para hacerse una idea, hace dos cursos encajó 38 en todas las competiciones, siendo hasta entonces su peor registro como rojiblanco.
Y en estas, vienen dos ogros en una semana. Por un lado, el Levante, fiel bestia negra del Atlético, que el año pasado le arrebató cuatro de los seis puntos en disputa, que le dificultó el título de LaLiga 2013-2014 y que, con una victoria en la penúltima jornada de la 2015-2016, privó las opciones de campeonato de un Atleti que terminó a tres puntos del Barcelona, campeón. Por otro lado, Cristiano Ronaldo, que llega con el Manchester United en Champions League. El luso ha eliminado a los rojiblancos de la competición europea en cinco de las últimas ocho temporadas (en las cinco en las que se han enfrentado). Oblak y Ronaldo se han enfrentado en 17 ocasiones y el luso le ha marcado 11 goles. Eso sí, solo ha podido batirle en cinco partidos, ya que en tres de ellos le logró hacer un hat trick. No hay nadie que le haya marcado más al esloveno que el jugador del United.
Por si no fuera poco, el Atlético se encuentra en una complicada tesitura. Oblak termina contrato en 2023, lo que significa que en junio entrará en su último año de contrato y su valor descenderá en caso de buscar una salida en el mercado, algo que en el Atlético siempre está a la orden del día. Todos los porteros han sufrido bajones. Le ha sucedido a Neuer tras tantos años en Alemania. Le sucedió a Courtois a su llegada a Londres y en su primer año de blanco, le ha ocurrido a Allison al poco de asentarse en Liverpool y ahora también lo está sufriendo Ter Stegen.
El Atlético necesita mejorar defensivamente. Es anticompetitivo, sea cual sea el objetivo, encajar dos goles por partido, que es la media rojiblanca en este arranque de año (casi 1’5 si tenemos en cuenta desde el inicio de temporada). Para ello, no solo tiene que mejorar el sistema, sino también las individualidades. Sobre todo las individualidades. Y entre ellas, la del portero. Un Jan Oblak que hace no mucho era el guardameta más fiable del mundo, un hecho que le reconoció el Atlético renovándole y poniéndole el contrato de portero mejor pagado del mundo en 2019 (luego De Gea le superó) y otorgándole un adelanto en la capitanía que no le correspondía por antigüedad. El guardameta de las paradas dobles y triples, el señor de los milagros, aquel que era la bestia negra de las habituales bestias negras. Oblak necesita salir del Pireo.
Imagen de cabecera: Atlético de Madrid
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