Solo los muy amigos -o los muy ingenuos- podían creer que lo de Rafa Benítez era una idea brillante. Desconozco cómo funcionan los jefazos de los clubes de fútbol que lideran proyectos a miles de kilómetros. Interpreto, sin saber nada, que llevarían sus rimbombantes power points y los DAFO para dilucidar cuál debía ser el futuro del Everton. Con una afición cansada, alejada cada día más de los jugadores y los técnicos, optaron por firmar una leyenda del Liverpool que en su última etapa como entrenador había estado en China. El resultado no asombra a nadie: tras seis meses se lo han cargado. A pagar otro finiquito.
Sorprende mucho el nuevo itinerario de los directivos de las grandes entidades: hemos pasado de ver a unos managers que fiaban todo a la hombría y los bemoles a unos que no transmiten nada, pero que se regocijan mostrando su tecnología avanzada. Quizás, solo quizás, habría que encontrar un punto medio entre todo. Un entrenador no solo tiene que saber de táctica: también debe capitanear el vestuario con brillo, levantar al público y dominar a la prensa. En definitiva: ser carismático y soñador. El español se presentó como ese señor que venía a solucionar problemas que la entidad arrastraba desde hacía lustros, pero para ello era necesario tener tiempo. ¿Nadie previó que la presión de la afición iba a ser mortal a la mínima? Ni idea.
El buen inicio del equipo fue un tremendo espejismo. Después de sumar 13 de los primeros 18 puntos posibles los sinsabores en el campo llegaron al vestuario: Digne se enfadó con Benítez y los jugadores empezaron a perder confianza. La afición, con el paso de las semanas, no pudo aguantar y reclamó su cabeza. Se le cantó que era un “camarero gordo español”, locución que no parece que moleste a ningún organismo inglés. En cambio, son capaces de sancionar a Edinson Cavani por llamarle negrito a un amigo en Instagram y siguen reclamando a sus futbolistas que se arrodillen antes de cada encuentro. Raro.
Ahora, tras darle las llaves de la dirección deportiva, tras vender a Digne y contratar a tres futbolistas, no está Benítez. El Everton sigue demostrando que su dirección es un esperpento que no podría haber escrito ni Valle-Inclán. Si los errores de la dirigencia siguen acumulándose igual un día se ven jugando partidos de Championship. Aunque tengas dinero por castigo, si no paras de cometer errores, ocurre lo que ocurre.
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