Graham Potter, el entrenador del Brighton & Hove Albion, es el paradigma del gentleman inglés: bien vestido, educado y correcto. Aunque, hay que reconocerlo, hay momentos en los que la pulcritud acaba en la basura. Yo le entiendo. Que le zurzan a la rectitud cuando tu equipo marca el primer gol en su historia en Stamford Bridge. Cuando Danny Welbeck, esa fábrica de memes, le da un punto a su equipo en el descuento. No sé qué tendrá ese último minuto, pero parece haber firmado un pacto con el diablo para transformar a los más sosegados en los seres más prosaicos del mundo. Que siempre sea así. Su escuadra, cortesía aparte, sigue haciendo historia. No parece que quieran parar de sumar éxitos.
Hay dos tipos de seguidores y periodistas: los que aseguran que la garra y el escudo es lo más importante y los que te hablan de expected goals y de estadísticas avanzadas. Imagino que en el término medio está la virtud. La realidad es que el Brighton y su entrenador llevan tiempo un paso por delante de los demás. Las inversiones realizadas en los últimos años muestran que esta es una entidad que trabaja con profesionales muy preparados para ser mucho más grandes. Sin embargo, cuando miran la tabla de goles esperados y la comparan con la clasificación final se rasgan las vestiduras: el curso pasado acabaron en una decimosexta posición que estaba muy lejos de lo que merecían. Faltaba gol.
Es cierto que esta temporada está pasando algo parecido: los futbolistas siguen fallando goles que nadie se explica. Pese a ello, el Brighton está consiguiendo mayor equilibrio. La décima posición actual explica lo bien que van las cosas. Además, las últimas contrataciones son de un nivel muy superior a lo que podía esperar este conjunto hace un lustro. Por supuesto, Potter, ese hombre sosegado y correcto, ya suena para clubes de mayor enjundia. No me extraña.
Su virtud radica en la diversidad de opciones que propone encuentro tras encuentro. No posee un estilo definido: su equipo se adapta a las circunstancias. Normalmente quieren dominar los choques a través del balón, pero si tienen que desabrocharse la camisa y bajar al barro, como pasó ayer en Londres, no hay ningún problema. Aceptan el reto. Qué complejo debe ser no liar al futbolista con tantas variantes. La multitud de sistemas dispuestos en los últimos cursos con resultados positivos le siguen granjeando a Potter la admiración del universo Premier League. Dará mucho que hablar en los años venideros.
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