Vive la Real Sociedad en las alturas de una nube txuri urdin. La de no conocer la derrota desde la primera jornada de Liga, frente a un espejismo de lo que el Barcelona aspiraba ser. En consecuencia a sus resultados, duerme en la tabla en un liderato compartido. Y lo hace con una notable lista de bajas a las que Imanol Alguacil supo poner remedio, tirando de su sabiduría y su confianza en los jóvenes talentos. Actualmente, es el equipo de la Liga con más canteranos y con la media de edad más baja. Además, lo hace conviviendo con competición europea, que en ocasiones suele ser arma de doble filo; que ilusiona y te hace grande pero te desgasta las piernas los jueves.
En un resumen excelso de sus últimas campañas, el nombre propio de su técnico es la definición de la RAE para poder entender la grandeza de este conjunto. Un tipo al que se le ve la honestidad en la cara y que tiene grabado el esfuerzo en la piel. Con las ideas claras de una apuesta que combina juventud y balón. El que se ha ganado con creces el puesto, que conoce la casa y la ama. Al que se le puede leer en sus rasgos cada victoria y derrota y cómo la siente en cada latido por minuto. Al que en cada grito le suena la fuerza y la capacidad. No convive con las excusas, prefiere vivir con la realidad sin acicalarla y, con ello, dar continuidad a una ideología: la de que Zubieta no es un recurso, sino una fábrica que construye una filosofía. Lleva la motivación por bandera y la emite a la perfección porque sabe exponer la importancia del colectivo. Una sociedad, una Real Sociedad.
Es un estratega. Un currante que estudia, sin eximir ni una gota, cómo exponer las virtudes de los suyos. Así, con pico y pala, logró poner en la cúspide a su Real Sociedad para agarrar un trofeo 34 años después. El modo forofo todos lo recuerdan. Salirse del libreto, aparcar lo formal, no estar encorsetado y dejar fluir lo que se siente. Ahí estaba la pasión de Imanol, la que le acompaña cada día. La de un compromiso inquebrantable, que nos recordó el modo persona: “en seis meses he dado cuatro paseos con mi mujer y han sido por el monte”. El del trabajo más duro en plena pandemia, el que hay detrás y nadie ve.
Tras el encuentro ante el Getafe en la octava jornada de liga, con empate a domicilio, volvió a apoyar sus manos en rueda de prensa y, dando unos toquecitos en la mesa, entonó entre la más pura sinceridad: “Quiero darle un mensaje de ánimo a Míchel, porque seguramente no está atravesando su mejor momento deportivo y no tengo dudas de que es un grandísimo entrenador y que, si tenéis paciencia, el Getafe va a ir para arriba”. No la tuvieron. Es el modo compañero, y éste tampoco deberíamos olvidarlo. Es el que se acuerda que en el banquillo de al lado hay alguien que posiblemente le ha echado las mismas horas que uno mismo para plantear un partido, independientemente de cómo acabe saliendo. Que sabe lo que se sufre cuando los resultados no llegan. El que se pone en la piel del otro y hace uso de la empatía, una capacidad que cada día parece venderse más cara.
Es el Imanol Alguacil que tiene un gran respeto por la profesión y su labor. El que te eriza la piel y te empaña los ojos. El que emociona. El que recuerda que, tras un fin de semana donde han perdido Real Madrid, Barcelona, Bayern o PSG (haciendo honor a la Superliga), hay códigos importantes que no deben abandonarse jamás. Ojalá todos apreciáramos al fútbol como lo hace él. Con respeto, pundonor, con su talante. Pon un Imanol en tu vida. El fútbol lo agradecerá, también las lecciones que éste puede darnos.
Imagen de cabecera: Twitter @RealSociedad