Comenzó la temporada la Juventus, más allá de los horribles resultados para un club de su estatus, mostrando muchísimos problemas a nivel táctico. Intentó, en un primer momento, plantear una presión alta y un pressing tras pérdida bastante ambicioso, intentando recoger el testigo que el anterior cuerpo técnico comandado por Andrea Pirlo había propuesto en ese sentido. Sin embargo, los problemas a la espalda, primero de sus mediocentros y luego de su línea defensiva a la hora de ejecutar la transición defensiva, se hicieron muy pronto más que patentes. Unos problemas derivados también de un ataque estático demasiado estático, valga la redundancia.
La fase ofensiva de la Juve venía pecando de una circulación de pelota plomiza y de una falta flagrante de movimientos por delante de la línea del balón desde la misma salida desde atrás, aunque en los últimos encuentros ya pudimos ver una mayor agilidad en la asociación, mucho primer toque y una vocación claramente vertical, a veces incluso saltándose el doble pivote para hacer aparecer entre líneas a Dybala, antes de la reciente lesión, y a partir del giro y la conducción del argentino, orquestar un ataque organizado bajo la apariencia de una transición, con Morata estirando al rival y picando al espacio por delante.
Una fórmula, en parte, también replicable con otros nombres como Kulusevski o Federico Bernardeschi junto a la posición a pie cambiado de Chiesa, al que esta forma de jugar beneficia sobremanera, sobre todo si el balón pasa antes por Locatelli para que haga de nexo y aporte un segundo de pausa que ordene el ataque justo antes de que se desencadene la estampida. Un formato que no deja de tener un cariz muy individual por parte de las piezas de ataque, ya que los laterales o carrileros, normalmente, los estamos viendo bastante fijados atrás para reforzar el bloque defensivo medio-bajo desde el que esta Juve quiere saltar como un resorte y desde el que parece, al menos en este punto, querer reedificarse a sí misma.
Allegri, lastrado además por la lesión del futbolista que debe estar en el centro del proyecto y marcar absolutamente toda su fase ofensiva, no ha dejado de tocar teclas desde que comenzó esta su segunda etapa al frente del banquillo de los bianconeri hasta llegar a la primera victoria de prestigio de la temporada en Champions ante el Chelsea. Un triunfo construido desde un ataque aún más líquido pero también desde algunos de los preceptos más clásicos de su primera etapa, es decir, desde la defensa férrea del área, el control efusivo de las recepciones entre líneas del rival con una zaga muy activa para anticipar y robar, aunque desde un contexto de densidad que no provoque la aparición de pasillos al área, y unas progresiones rápidas y verticales por zonas interiores. Desde la solidez y el pragmatismo, en resumen.
De hecho, Allegri partió ante los blues con un 4-3-3 que se convertía en un 4-1-4-1 sin balón y que pretendía ir alto para torpedear la salida desde atrás de los de Tuchel, pero enseguida tuvo que cambiar a un 5-3-1-1, con Cuadrado pasando de extremo a carrilero, debido a los enormes problemas para defender los costados de Locatelli, donde Ziyech estaba campando a sus anchas. Todo ello con Bernardeschi flotando por detrás de un Chiesa muy dinámico y agresivo pero también bastante aislado.
Allegri pasó de este modo a un planteamiento mucho más reactivo y a un bloque mucho más bajo desde el que controló a la perfección a Havertz y sobre todo a Lukaku —una tarea hercúlea—, pudo cubrir todo el ancho de su mitad de campo y desde el que finalmente erigió la victoria. Y sin importarle demasiado esa cesión tan marcada de la iniciativa y el dominio territorial. Un partido que el técnico toscano terminó cerrando con una guinda muy representativa, la entrada de Chiellini en el tramo final para poner el candado definitivo con un 5-4-1.
La Juventus está recuperando poco a poco su competitividad desde sus aptitudes y fortalezas defensivas —para eso está de vuelta Allegri, básicamente—, pero está por ver si en un fútbol dominado por los juegos de presiones y los ritmos altos de doble sentido, que también ha calado y está siendo eficaz y ganador en la Serie A con ejemplos claros como la Atalanta o el Milan, su enfoque más tradicionalista, su bloque defensivo más conservador y el hecho de tener que compensar desde el colectivo la ingente cantidad de goles que Cristiano Ronaldo le aportaba a este equipo y la consiguiente mayor sencillez que suponía para toda la fase ofensiva, con sus mayores o menores inconvenientes, tener al portugués en la última línea, son argumentos suficientes o condicionantes menores a la hora de volver a una Juve que pelee por el Scudetto, más si cabe ante rivales que le van a obligar a llevar el peso del partido con la pelota, y de paso vuelva a hacerse fuerte también en Champions.
Imagen de cabecera: Sphera Sports
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