El pasado no fue un año fácil para los aficionados del Atlético. Cierto es que se conquistó la Supercopa de España, dejando en la cuneta en semis al todopoderoso FC Barcelona, pero la sensación al finalizar la campaña 2020/21 era la de que el conjunto rojiblanco se había alejado demasiado de su mejor versión, la misma que lo había llevado a ganar tres ligas consecutivas no hacía demasiado. El vaivén de entrenadores las últimas temporadas era un fiel reflejo de la situación; se tomaban soluciones de emergencia, seguían colocándose parches para evitar el hundimiento, pero una vez finalizado el curso el diagnóstico era evidente; el Atleti debía llevar a cabo una revolución.
“El progreso consiste en renovarse”. Son palabras atribuidas al filósofo y escritor bilbaíno Miguel de Unamuno, cuya frase acabó dando pie al famoso “renovarse o morir” que engrosa el ya de por sí amplio refranero español. Pero ojalá fuera tan sencillo. Y es que por desgracia una renovación exhaustiva no es sinónimo de éxito, puesto que debe llevarse a cabo con precisión quirúrgica y tras analizar minuciosamente los errores del pasado, la situación del presente y, sobre todo, los objetivos que se quieren alcanzar en el futuro.
En este aspecto la Dirección Deportiva rojiblanca tuvo claro cómo encarar este desafío. Lograr la estabilidad en el banquillo era primordial para sentar las bases del renacimiento atlético. De modo que la contratación de un técnico joven pero ya experimentado en la materia debía marcarse como el primer objetivo en alcanzar. Más tarde, y con la ayuda del nuevo entrenador, tocaría afinar la puntería a la hora de revolucionar una plantilla necesitada de aire fresco, a través de la llegada de futbolistas ya consagradas en nuestra liga que pudieran acabar de eclosionar con la camiseta rojiblanca.
El Atleti se renovó. El banquillo colchonero recibió a su nuevo inquilino. Una apuesta, la de Óscar Fernández, tan valiente como lógica, dado que hablamos de un técnico con dos años de experiencia en Primera Iberdrola y capaz de llevar al Madrid CFF a luchar por los puestos europeos. Y la plantilla se vio reforzada en un primer momento con seis nombres que compartían unas mismas similitudes entre sí; jugadoras todas ellas ya aclimatadas a nuestro futfem y con un importante peso específico en sus clubes de origen.
Semanas después de anunciar los fichajes de Amanda Frisbie, Maitane, Bárbara Latorre, Sheila García, Estefanía Banini y Thembi Kgatlana, se confirmaba la vuelta de una de las hijas pródigas de la parroquia rojiblanca. Lola Gallardo, quien apenas había dispuesto de protagonismo en su aventura en el Olympique Lyonnais, regresaba al club con el que había conquistado tres ligas, apuntalando así un proyecto que cada vez tenía mejor pinta. Por último, la llegada en forma de cesión de la joven lateral francesa Benedict Simón, cerraba una plantilla que, por nombres, estaba llamada a ofrecer numerosas tardes de gloria a los aficionados colchoneros.
Y a pesar de que la pretemporada, en cuanto a resultados, no fue todo lo alentadora que cabía esperar, la llegada de los partidos oficiales ha traído consigo un Atlético tan vistoso como contundente. Efectivo a la par que brillante. Que se desenvuelve como aquel que descubre que algo se le da bien, y va dejando atrás complejos al mismo tiempo que crece en confianza. Dos jornadas de Primera Iberdrola han dejado tras de sí dos victorias incontestables de las pupilas de Óscar Fernández. Una para masacrar a un Rayo Vallecano que fue un juguete en manos del nuevo Atleti. Y otra para superar con claridad a todo un Real Madrid en Valdebebas, sin duda uno de aquellos triunfos que valen mucho más que tres puntos.
Todavía es pronto para vaticinar que el nuevo proyecto atlético es todo un éxito. Pero si tuviéramos que guiarnos por lo visto hasta ahora, podríamos afirmar que desde arriba parecen haberse tocado las teclas correctas para que este equipo deje atrás la apatía mostrada la temporada pasada y vuelva a encandilarnos con su juego. El estilo de Óscar Fernández ya es perfectamente reconocible sobre el césped, y las jugadoras han asimilado a la perfección esas nuevas directrices.
Banini y Bárbara Latorre son dos futbolistas habituadas a ponerse el mono de trabajo, y ambas están aportando desborde pero sobre todo un despliegue físico brutal a las bandas del nuevo Atleti. Sheila, con sus conducciones verticales que tantos espacios crean, será una pieza fundamental para poder penetrar en defensas pobladas. Maitane sigue demostrando que resulta pieza imprescindible allí donde va. Todo equipo por el que ha pasado sigue echándola de menos a día de hoy, suspirando por ese equilibrio del que la balear dota a la medular. Y quizás a Kgatlana todavía no la hemos visto despuntar, pero la sudafricana será crucial a la hora de finiquitar partidos en los que el rival adelante líneas, obligado por un resultado desfavorable.
Llevar a cabo una renovación exhaustiva no es fácil. Pero optar por no realizarla cuando es necesaria puede significar la muerte deportiva de un equipo. El Atleti, ante el escenario que plantea un “renovarse o morir” buscó de cabeza su renacer. Y visto lo visto, al menos a día de hoy, parece haber tomado el camino correcto para volver a encandilarnos con su fútbol.
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Imagen de cabecera: @AtletiFemenino
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