Han pasado nada menos que once temporadas desde que el Milan, ya decadente por entonces, ganase por última vez el Scudetto, con Massimiliano Allegri en el banquillo y tipos como Nesta, Gattuso o Pippo Inzaghi en sus filas. Demasiado tiempo para un club de la dimensión del cuadro rossonero. Aunque no es ni mucho menos el gran favorito este curso, en una lucha a siete que se ha igualado por lo bajo con las salidas de Cristiano Ronaldo o Lukaku y el regreso de entrenadores como Sarri o Mourinho, hay varios factores por los que el equipo de Stefano Pioli puede presentar una candidatura más que seria al campeonato.
Los primeros son los más evidentes. A excepción de la Atalanta, no hay otro equipo en Serie A que pueda contar como base con un recorrido táctico ya rodado, matizado, asentado y de eficacia demostrada, ya que el resto de proyectos parten absolutamente de cero. Y también es el equipo que mejor ha iniciado la presente temporada. Es cierto que todavía es muy escasa la muestra, pero el Milan es el conjunto que ha registrado una mayor diferencia entre los goles esperados generados (6.9xG) y los goles esperados recibidos (1.8xGA) en las tres jornadas iniciales, lo que da muestra de su superioridad, su equilibrio y su solidez.
Mentalmente son muy fuertes, lo que no hace otra cosa que redundar en su competitividad, con futbolistas de veteranía y liderazgo como Ibrahimovic, Kessié, Kjaer o Giroud, pero también con piernas, juventud y frescura para ser muy comprometido a nivel colectivo sin balón y para que su mayor apuesta ofensiva sean las transiciones largas. Los rossoneri disfrutan atacando espacios amplios de manera vertical y presentan múltiples recursos para este tipo de fútbol.
Desde Brahim Díaz, con sus toques rápidos, su manera de esconder la pelota hasta el último instante y su talento entre líneas para encender la luz donde antes solo había oscuridad, el cohete que es Theo Hernández por la izquierda, la capacidad superlativa de Rafael Leao para conducir transiciones y superar marcas en carrera, la inteligencia de Kessié en las ayudas defensivas laterales y el posicionamiento en general, o el ida y vuelta y la aptitud para lanzar en largo y buscar a los alejados que tiene Tonali, por citar algunos ejemplos.
El Milan es un conjunto que se maneja muy bien sin pelota a alturas muy diversas. Por un lado, puede funcionar desde un pressing alto, como con el que torpedeó a la Lazio recientemente. Un tipo de plan que coloca a Brahim sobre el regista rival, pone en liza la capacidad de quite de Bennacer y no teme desproteger su espalda debido a la red de seguridad que le ofrece la posición bloqueada de Calabria en el lateral derecho, las ya citadas y preciadas ayudas de Kessié o el sobresaliente upgrade que ha supuesto la confirmación de Tomori en detrimento de Romagnoli en el puesto de central zurdo para poder alzar la línea y corregir hacia atrás con mucha mayor naturalidad y solvencia.
Sin embargo, el habitual 4-2-3-1 de un Pioli que ha crecido una barbaridad como estratega desde que está en la orilla roja y negra de Milán también puede defenderse con eficacia desde bloques medio – bajos gracias a su fortaleza defensiva dentro del área y su talento para robar y salir o conectar de una forma más directa con el poderío físico de su nueve para poner de cara a las piezas que llegan por detrás. El Milan es un equipo con múltiples recursos, que cubre muy bien todo el ancho del campo, que ya demostró la temporada pasada que puede competir en lo más alto durante meses y que se ha dotado en el mercado de un fondo de armario amplio y de una clase media potente con la llegada de los Messias, Bakayoko, Pellegri o Florenzi y la continuidad de los Rebic, Krunic, Saelemaekers o Kalulu.
Un abanico que permitirá a su técnico contar con soluciones puntuales como un doble nueve de altura con Giroud e Ibrahimovic para tramos finales con el marcador en contra o para atacar de manera más directa el área con un 4-4-2; optar en cambio por ese mismo sistema pero con una dupla de delanteros más complementaria, con un perfil grande para bajar balones y otro atacando la prolongación; o incluso pasar a un 4-3-3, ya que Tonali y Kessié son centrocampistas perfectamente adaptables al rol de interior, con Bennacer o el mismo Tonali como ancla y tiralíneas, o apostando por alguien más creativo, al que darle más vuelo, en uno de los dos perfiles, como el propio Brahim por izquierda o Messias por la derecha.
En cuanto a la fase de construcción con pelota, sin ser un equipo excesivamente complejo, el Milan también tiene cartas para jugar: la ya clásica opción de darle el balón a Theo para que cruce la medular y active la asociación con Leao en busca de ganar la profundidad por la vía rápida, o el envío filtrado hacia Brahim saltándose la medular que puede ejecutar con soltura un Tomori muy técnico en estas acciones y que se puede permitir asumir más riesgos e iniciar a mayor altura por su talento físico y así reducir la ‘Bennacerdepencia’ de la pasada campaña en los inicios elaborados desde atrás.
Si le toca construir ataques más organizados ya en campo rival, donde obviamente es más previsible que cuando puede correr, la alternativa más frecuente es hacerlo aprovechándose de la posición siempre abierta de Saelemaekers. De este modo, con una simple apertura, se estiran las líneas rivales y, con sus pases de seguridad hacia la mediapunta o esperando las contadas subidas de Calabria, se puede ocupar cada uno de los pasillos exteriores e interiores con una pieza para así llevar atrás al contrario y disponer de opciones (palabra clave de este Milan) para hacerle daño dentro del área, en la frontal, en los picos o desde la línea de fondo.
La única duda plausible está en los dos nombres propios que el Milan ha perdido este verano. Para empezar, el de Çalhanoglu que más allá de su peso en el juego, que el Milan ya ha demostrado que puede cubrir, era un jugador tremendamente productivo desde el balón parado, ese atajo al resultado tan sumamente valioso. Y para continuar, está el asunto de la potería. Donnarumma es uno de los mejores del mundo en su demarcación y era portero de equipo grande, es decir, de los que aparece una vez cada muchos minutos pero de manera decisiva, y está por que Maignan pueda serlo también, aunque el primer impacto ha sido positivo.
En definitiva, este Milan 2021/2022 es un equipo ataca muy bien tras provocar el robo, que cuenta con apoyos para ponerse rápidamente de cara en campo rival, que sabe cómo ganar amplitud y profundidad, que tiene velocidad por los carriles intermedios, que cuenta con visión de juego para el penúltimo toque, con llegada desde segunda línea, con rango de pase, poderío para rematar en el área, físico para competir en ritmos altos como demostró en Anfield, que tiene liderazgo en el campo, piernas y lectura para corregir defensivamente, velocidad, regate, fortaleza aérea en su propio área… y quizá lo más importante de todo: cohesión. Una condición sin la que no puede existir un equipo que aspire a ser campeón, un equipo que quiera ser campeón ni mucho menos un equipo que logre, finalmente, ser campeón.
Imagen de cabecera: @acmilan
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