Hay algo de tranquilidad en el parón de selecciones. Ya no hablo del sosiego para el periodista, que sabe que tras varios fines de semana sin detenerse puede ponerse a ver una película en la hora de la siesta. Hablo del odio visceral. Alguien tendrá que abrir ese melón. Nos dicen demasiado que la ira lleva al lado oscuro, que hay que respetar a todos los conjuntos por igual y apoyar solo al tuyo sin importarte los demás. Pero eso le pasa a poca gente. Aseguraba José Mourinho a Pep Guardiola que el catalán se encontraba en un club único de entrenadores: los que criticaban el acierto del árbitro. Yo estoy igual, con mi Champions League particular al lado, creyendo que estoy en un grupo de aficionados muy grande que no solo vigila los resultados de su equipo: también necesito que mis rivales pierdan.
La lista de enemigos irreconciliables es como las contraseñas: personal e intransferible. Dependen las circunstancias de cada uno, su grado de amor intensidad o pasión o simplemente, su vehemencia ante contextos especiales. A unos les vale con recibir una peineta de un aficionado rival para ponerle la cruz a esa entidad. Otros necesitan que les metan un gol en el último minuto, una rivalidad local o una situación económica que te lleva al mismo lugar: desear que ese conjunto desaparezca.
Por ello el fin de semana es un momento duro. De viernes a lunes, con el amparo de las ligas a ampliar los días de sus jornadas, nos topamos ante una encrucijada de dimensiones bíblicas. Desde la primera categoría hasta Cuarta Regional deben darse una serie de resultados, a cada cual más disparatado, que nos llevarán por el camino de la amargura durante horas porque casi nunca se dará lo que nosotros pedimos. Sí, nos afecta más de lo que querríamos el fútbol. A veces pretendemos que solo sea el resultado de nuestro equipo el que nos altere. Mentira. Si encima estamos acostumbrados a que nuestra entidad pierda, la necesidad del pinchazo el vecino o adversario es más clara si cabe. Así las jornadas se convierten en un viaje que Sísifo protagonizó hace mucho. Una caída imparable que nos hace darle la bienvenida al parón, aunque sea por salud mental. Aunque este nos haya pillado en chanclas y morenos. Avisado estás: las próximas semanas estarán repletas de dramas. Disfruta de estos últimos días de paz viendo a España golear a Georgia.
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