Eso que te hace ser dios y darte un espacio en el monte Olimpo o te puede hundir en el infierno al lado de lo más odiado del mundo.
¿Por qué algo tan efímero tiene tanto poder?
Pocas cosas pueden crear una explosión de felicidad tan grande en tantas personas a la vez. Esa puede ser su explicación lógica a su indiscutible poder.
Esto ha hecho que la valoración que recibe una delantera en los 90´que dura el partido es proporcional a la cantidad de veces que tiene la capacidad de hacer que el balón traspase la línea de gol.
Pues bien, desde que el fútbol se convirtió en mi profesión, llevo esa presión que han hecho que persiga al delantero: hacer gol.
Te hacen creer que si no marcas gol la delantera no ha cumplido su misión en el partido.
Desde que era pequeña y hasta el día de hoy, la gente me dice que he sido tocada con una varita mágica que tuvo el poder de darme el don del gol. Pero evidentemente no es así. Es más, yo a esa magia la llamo trabajo, constancia, lucha, esfuerzo, sacrificio e ilusión. Con todo esto he ido forjando una atractiva cualidad que se ha implantado en mi yo futbolista.
Pero os puedo decir que seguramente mis mejores partidos han sido en aquellos donde he beneficiado al equipo con mis movimientos sin balón, con el juego de espaldas, bajando balones que parecían imposibles, con una toma de decisión correcta en las acciones, o por muchas otras cosas que conforman mi juego. Todo eso me ha hecho completar partidos con una nota futbolística muy alta.
Es obvio que ser capaz de hacer que un balón toque la red en vez de dar en el larguero, o irse a centímetros de la portería es la diferencia entre lo bueno o rozar la excelencia, pero esa diferencia no puede ser la que haga de juez en el cómputo global de un partido para esa jugadora. Esa pequeña diferencia es una mejora que se entrena día a día y que exige de mucha práctica, horas de entrenamiento, energía y atención, cometer errores una y otra vez, sentir que no mejoras, que fracasas, sentirte débil y vulnerable e incluso torpe en la ejecución técnica. Exige lo mas valioso que tiene una persona: tiempo. Esto es el precio que se ha de pagar por intentar conseguir esa excelencia y no todo el mundo esta dispuesto a pagarlo. Pero yo sí, soy muy cabezona y no me ha importado nunca el precio tan elevado que tenía que pagar, porque conseguirlo para mí no tiene precio.
Todo esto no quiere decir que las delanteras no seamos conscientes de que vivimos bajo esa presión social instaurada desde la creación del deporte mas bonito del mundo. Y como tal aprendemos a vivir con ello, incluso creo que esa presión me ha hecho ser tan ambiciosa y querer mejorar cada día más. Pero eso no significa, que cuando no este en el mejor momento de cara a gol, eso sea capaz de hacer olvidar que en el juego de delantera hay muchas más cosas, y puede ser condenada por ello. Esta situación sería lo mas parecido a una relación de amor-odio. Que sí, que no es sano, que se pasa mal, que te dan ganas de huir y no sufrir por ello. Pero a la vez sientes que has de luchar, que volverás a hacer lo que hacías bien antes. Yo creo en las relaciones sanas, que se construyen poco a poco y dan tranquilidad. Pero para qué engañarme, aquí nunca ha sido así. Así que te encomiendas a la confianza propia aunque nadie crea en ti y te hagan dudar de que seas la misma que has sido en 14 años en la elite. Siempre he sido una luchadora y nunca me he dado por vencida. Confianza, que fácil decirlo y que difícil implantarlo.
La confianza es clave en la jugadora y en concreto la delantera, para hacer creer que la capacidad del gol no desaparece, que sigue ahí dentro, y que con las herramientas necesarias para sacarlo volverá a hacer sonreír a la gente con el gol.
Porque la sensación de marcar un gol es bonita, pero la de hacer sonreír a las personas es inmensamente mayor y, como ya he dicho al principio, el gol tiene ese poder. Aunque sea algo que a ti te pueda hacer pasar por momentos difíciles en la vida, sigues luchando porque la recompensa de la felicidad ajena vale la pena esa lucha. Y no puede haber nada más gratificante en la vida que una acción tuya haga sonreír y ser feliz a tanta gente.
Yo siempre digo que yo no elegí el fútbol, fue el fútbol el que me eligió a mí.
Creo que mi propósito en el balompié ha sido, y es, hacer feliz a la gente. Gracias fútbol por darme esta función tan bonita. Te volvería a vivir una y mil veces más.
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