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Mejores amigos

No cuenta cuántos sean, ni el idioma que hablen. No difiere si los conociste en un Interrail o en la cafetería de cada mañana. Dicen que algo se muere en el alma cuando uno se va, y que deben serlo por encima de todas las cosas. A veces los preferirías de enemigos cuando te duelen y se recomienda tenerlos hasta en el infierno. Yo digo, de los amigos, de los mejores, que lo que importa es que lo sean de verdad. 

En torno a la amistad hay quien dice que la distancia juega en contra, que la enfría hasta el punto de confundirla con una simple relación de conocimiento. Error. Muchas veces a quién menos conoces es a quien se acuesta a tu lado. Los mejores amigos, aún viviendo separados por los 180 paralelos, siempre están y vuelven cuando los necesitas. Por eso, el mejor amigo de Borja Iglesias, mi Panda, es el gol. 

Lo empezó siendo en Santiago donde se conocieron en mitad de la niebla. Los Iglesias Quintás, cómo cualquier padre y madre, andaban a vueltas con las compañías del niño. Que si suele ser traicionero, que si le va a robar tiempo con lo caro que es, que si le va a confundir siendo tan pequeño… pero el primer paso para la amistad es la confianza, y el gol le dio la mano hasta Valencia. Le empezó a curtir, siempre dos pasos por delante, para la vida. Estás conmigo, amor, te resistes, al banco. 

Los mejores amigos dicen verdades, aunque duelan, pero buscan soluciones. Que no es Paterna, pues a Vila-real. Con un periodo de sanación y recuperar hábitos en La Roda, se vistieron de amarillo a la para la típica etapa juvenil donde si te cuestionas todo, no van a ser menos los amigos. Jugar en un ˋCˋ marca un punto de inflexión, vayámonos antes de hacernos daño.

Y para Vigo, otra vez al lacón con grelos. Patatas y guisantes, y mierda para los preguntantes que diría mi abuela. Allí, ante los temores de quién se siente traicionado, terapia. El gol le lleva a pasear por las mieles de un equipo que les venera y les lleva a cotas nunca antes vistas, como que un primer equipo no tire de un tipo que lo del B lo lleva como carnet falso de videoclub.

Los mejores amigos enseñan lecciones. El gol le lleva a Zaragoza y le toca el corazón. Allí en una merienda a la sombra del Pilar, un trozo de tarta y a pura sinceridad, Borja está enamorado, Teresa entra en su vida. Por entonces, para mí ya era el Panda, y en una temporada fantástica, justo antes de la última estación, el gol tiene otros planes. 

Se lo lleva a Barcelona para la Primera y le enseña a volar. De perico no se detienen y los dos confirman una plenitud inusual. Primeras veces que salen mucho mejor de lo planeado y Europa abre sus puertas de par en par para recibirlos. Fueron varias previas, pero una vez más, los amigos y los goles, a veces tienen precio. En concreto, el que decidió invertir en ellos el Real Betis. 

Y allí, en la mejor de las situaciones, con un entorno ideal y soleado, con anchas miras y mejores augurios, la peor de las peleas. Tú por un lado y el gol por el otro. Los dos erosionados después de tantas historias vividas. Una búsqueda de explicaciones estéril, porque hay veces, que los mejores amigos, necesitan un tiempo. Igual no ha pasado nada grave, igual ha sido un cúmulo de situaciones menores que han desembocado en ese truncamiento severo. Son tantas preguntas y tan nulas respuestas que todo se apiña en un pensamiento negro. 

La amistad verdadera no es pasajera. Lo dije al principio, no importan los cómos, importan los qués. Yo me alegro por Borja, por mi Panda, pero me alegro más por ver que dos amigos se han vuelto a encontrar. No hay nada más verdadero y resistente en el tiempo. Ahora y por siempre, que cada gol sea un brindis por ellos, los mejores amigos. 

Imagen de cabecera: Imago

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