El fútbol es un universo en si mismo. Lo que más se ve, lo más admirado por la mayoría, son sus estrellas. De vez en cuando aparece algún que otro meteoro fulgurante, un fenómeno que surge cada cierto tiempo y al que los astrónomos del fútbol rápido tratan de acercar a los mejores planetas. Y luego están los agujeros negros. Ahí es donde parece que acaban algunos futbolistas, muchos de ellos astros que se convirtieron en estrellas fugaces y que de repente desaparecen en lo más profundo de este universo futbolístico.
Hay que hacerse con un telescopio de largo alcance para localizar a algunos de esos astros deambulando en vete tú a saber que galaxia perdida. Es lo que me ha pasado con Diego Capel. Su último club responde al nombre de Birkirkara, una denominación que me ha hecho pensar que podría estar cerca de Andrómeda pero que al final ha resultado ser un equipo de la Premier League de Malta.
Diego Capel era uno de aquellos jugadores distintos. Te podía gustar más o te podía gustar menos, el caso es que era distinto. Brillaba con luz propia. Un regateador hasta de su sombra. Un jugador con la picardía de los que aprenden en el barrio. Zurdo, muy zurdo, tan zurdo que podía volver locos a los rivales sólo con esa pierna.
Seguro que cuando de pequeño le preguntaban qué quería ser de mayor, la única respuesta de Diego era ser futbolista. Porque iba a ser futbolista. Era un crío cuando llamó la atención del Barcelona y se fue a vivir a La Masía. Aquella experiencia duró poco. Se le hizo muy difícil estar lejos de su tierra y de su familia. Lo mismo que le pasó unos años antes a otro niño llamado Andrés Iniesta. Diego no se quedó allí y volvió a su primer equipo, el Olula, un pueblo de Almería cercano a su Albox natal.
Tenía edad para jugar en categoría infantil, pero le pusieron a entrenar con los cadetes. Porque Diego Capel era un futbolista distinto. Destacaba tanto que desde pequeño siempre fue por lo menos un año por delante de su tiempo. Le fichó el Sevilla y con 16 años ya estaba debutando en Primera División con el club hispalense.
Su juego, su fútbol de picardía, esa forma de hacer las cosas más inverosímiles delante de las narices del contrario, hicieron que Diego Capel pasara por todas las selecciones siempre antes de lo que le correspondía por edad. Junto al bético Pecci fue el más pequeño de la selección sub-17 que se proclamó subcampeona de Europa en 2004, tras perder por 2-1 en la final contra la Francia de Ben Arfa, Ménez, Nasri y Karim Benzema.
Capel iba a ser campeón de Europa en las siguientes categorías. Primero, con los sub-19 en el año 2006 en Polonia, y luego con los sub-21 en Dinamarca en 2011. Eso sí, como había venido siendo una constante en su carrera futbolística tres años antes, en 2008, ya había jugado con la selección Absoluta, cuando Vicente del Bosque le hizo debutar en un amistoso contra Dinamarca.
Al Europeo sub-21 Diego Capel llegó como el jugador de esa selección con más partidos -un total de 20- disputados en la categoría, en un equipo en el que también estaban dos campeones del mundo en Sudáfrica, Mata y Javi Martínez. El seleccionador, Luis Milla, apostó desde el principio por un once muy definido y Capel no estaba entre los titulares. Hubo momentos, -son muchos momentos y muchos ratos a lo largo de un campeonato-, que noté a Capel triste, apagado. Un tío que era capaz de inundar de alegría un vestuario poniéndose a cantar como si fuera David Bisbal. De no haber sido futbolista es posible que hubiera sido cantante. Muy buen cantante, pero es que se sabía desde pequeño que iba a ser futbolista.
Aquel futbolista tenía momentos de bajón porque anhelaba jugar más. Le dije que en esto del fútbol nunca se sabe, que hay que estar preparado para lo que sea, y creo que se aplicó el cuento. En la semifinal, la rocosa selección de Bielorrusia se adelantó en el marcador en la primera parte. Durante la segunda, España hizo ocasiones para empatar, pero no había manera. Hacía falta un desatascador, un desestabilizador, un jugador distinto. Un Diego Capel.
Fue el primer hombre al que recurrió Luis Milla y, junto al barcelonista Jeffrén, cambió el curso del partido. Encendió la chispa y por fin llegó el gol del empate de Adrián López en el minuto 88. La prórroga fue un despliegue ofensivo, con Capel llevando la voz cantante. Suyo fue el pase para el segundo gol de Adrián. España ganó 3-1 a Bielorrusia y 2-0 a Suiza en la final.
Ese zurdo habilidoso, capaz de imprimir su propio sello en un partido, capaz de montar una juerga flamenca en mitad de un funeral, fue el jugador que se mostró en el Sevilla. Después de aquel campeonato sub-21, con 23 años, fichó por el Sporting CP. También estuvo en el Genoa italiano y una temporada en un Anderlecht que acabó campeón de la liga belga, antes de volver a España para jugar en el Extremadura.
Diego Capel cumple 33 años el 16 de febrero. Al enfocar el telescopio para localizarle ahora te encuentras una nebulosa. Parece ser que está sin equipo desde que abandonara el Birkirkara a mediados del pasado año.
Birkirkara. Es como esas palabras que le vienen a la cabeza a Antonia Scott, que diría eso de: Birkirkara. En maltés, idioma hablado por medio millón de personas, que quiere decir… No sé, es un equipo de fútbol. El último en el que ha estado Diego Capel, uno de esos jugadores al que se cataloga como distinto al comienzo de su carrera, y quién sabe si en el que ha dicho un hasta pronto en su paso por el universo del fútbol.
Imagen de cabecera: PHILIPPE DESMAZES/AFP via Getty Images
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