Southampton y Liverpool cerrarán este lunes un periodo navideño diferente. No hace falta ser un lince para saberlo. El sinfín de encuentros que se han sucedido prácticamente cada día han dejado un sabor agridulce para el aficionado de la Premier League. Detrás de cada partido, con esas pancartas enormes repletas de mensajes inanes, parecidos a esos anuncios falsos de Internet que te aseguran que estás a un clic de ganar un coche, un Iphone y un ático en Torrevieja; se escondía una realidad: las Navidades, en este contexto, son de todo menos Navidades. Algún conjunto se atreve a poner que “no pueden sonreír sin sus aficionados”. Pero el espectáculo prosigue. Y nosotros, tumbados en el sofá, tampoco queremos que se detenga.
Enrique Ballester, como casi siempre, fue el que mejor definió estas fechas: “Menos mal que existe el Boxing Day para que los niños ingleses puedan ir al fútbol, porque los fines de semana de agosto a mayo los pasan picando piedra en la mina”. Esta vez los negreros fuimos los aficionados, ahogando a unos futbolistas que ya no pueden con las botas. El maldito virus, predispuesto a seguir cuajando abyecciones silenciosamente, se ha encargado de comprimir un calendario imposible. El Fulham, por ejemplo, ha tenido que suspender sus dos últimos encuentros por un brote de coronavirus. Además de sus mortales efectos, hay que sumar que algunos deportistas sufren un bajón inusual al contraer la enfermedad. Más problemas.
Si bien es cierto que el negocio es el que es y que los periodistas somos los primeros beneficiados de todo esto, era necesario, por lo menos por este año, reformular el calendario para favorecer la recuperación del jugador. El espíritu navideño quedó empañado desde el momento en el que se supo que este año todo iba a ser distinto. El fútbol, estaba claro, iba a seguir sin su gente. Los estadios no iban a llenarse. Por ello, el hecho de jugar dos días seguidos perdía sentido. Ninguno de esos niños que están picando piedra iban a poder ver a sus conjuntos en directo. Todo siguió igual, sin pensar que igual era mejor espaciar esos choques.
El resultado lo acabaremos de visualizar en las próximas semanas. De momento, ya hay varios partidos suspendidos y una sensación de que muchos encuentros se jugaron a un ritmo distinto del normal. Sam Allardyce, sempiterno técnico en la élite inglesa, fue el más beligerante: “Estoy muy preocupado por la situación. Tengo 66 años y lo último que quiero hacer es coger el virus”. Ahora llega la FA Cup, donde habrá equipos no profesionales que se cruzarán con los grandes. Los de categorías inferiores, asfixiados por las incesantes crisis económicas, no pueden hacer los controles exhaustivos de la élite. Probablemente, otra bomba de relojería viene en camino.
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