El ser humano está predestinado, especialmente en momentos señalados, a tirar de lo usual. Está escrito. Llegan las Navidades y algunos necesitan su árbol, su regalo y Pretty Woman en bucle. No les culpo. En Inglaterra hay una ley no escrita que se cumple a rajatabla: un equipo repleto de problemas acabará contratando a Sam Allardyce. Una vez más, se repite la historia. El West Bromwich Albion ha sacado el comodín que no quería utilizar nunca, como el que te libra de la cárcel en el Monopoly, para tantear una salvación que ya desde un inicio se antojaba complejísima.
Lo evidenció Slaven Bilić desde el inicio de curso. El cuadro de The Hawthorns, como la mayoría de los conjuntos que han ascendido en las grandes ligas europeas, no ha tenido tiempo para adaptarse. Su aterrizaje a la élite ha sido forzoso. Ha sido caer y ponerse a pegar tiros. El resultado se asemeja a Dunkerque. Cristopher Nolan lo explicó mejor que yo. Los baggies quisieron montar una defensa de cinco en la que, lógicamente, primaba mirarse a la espalda. Con pocas opciones arriba, escasos de talento, había que proteger a su portería. No le valió al croata; despedido tras no sacar a la entidad del descenso.
La llegada del técnico inglés no supondrá grandes cambios en la idea de juego. Todos le conocemos. Sus ideas son fijas y seguras. Cuando uno descuelga el teléfono para reclamar sus servicios sabe a lo que va. Allardyce no querrá rasear el cuero, no propondrá salidas lavolpianas y no buscará ser viral por marcar goles con muchos toques. Todo lo contrario: concentrará todos sus esfuerzos en un buen rendimiento defensivo, exprimirá sus jugadas a balón parado e intentará aprovechar cada tanto que anote. En su primer encuentro en el banquillo, ante el Aston Villa, cambió la zaga de cinco por un 4-1-4-1 en el que daba libertad a su mejor futbolista: Conor Gallagher. El centrocampista, además, casa con la idea de su nuevo entrenador. Es fuerte, dinámico, ducho con el cuero y siempre está predispuesto a llegar al área rival. Además, es el máximo anotador de un conjunto que no está siendo competitivo en ninguna de las dos áreas.
Sam Allardyce es como los impuestos: cuando menos te lo esperas aparece. Ha vuelto por enésima ocasión a una élite que cada día que pasa le asegura que está más anticuado que ayer pero menos que mañana. Sin embargo, algunos dirigentes siguen dándole oportunidades para demostrar que su balompié, rudimentario y sencillo, sigue dando resultados. Si quiere volver a salvar a una escuadra en peligro, por supuesto, deberá acudir al mercado invernal con mucha prisa. Todo lo que no sea renovar su columna vertebral, especialmente en defensa y en la delantera, será un paso atrás en la lucha por la salvación.
Imagen de cabecera: Lindsey Parnaby / POOL / AFP