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Gambito de Sabrina

El ajedrez podría haber existido 300 años antes de Cristo, según investigaciones recientes. Un poema persa habla del ajedrez en el siglo VI. Los árabes lo extendieron por todo el continente europeo  y se convirtió en un juego de aristócratas, de la realeza. Desde 1886, se celebra un campeonato del mundo que ha dado pie a memorables enfrentamientos y a encumbrar a nombres como Bobby Fischer, Anatoli Kárpov, Garri Kaspárov o Magnus Carlsen, ganador de las últimas cuatro ediciones. El Comité Olímpico Internacional y más de 100 países reconocen el ajedrez como un deporte por su competitividad, la necesidad de contar con aptitudes físicas, la destreza mental y táctica requerida, y la dimensión adquirida en todo el globo: se juega en cada rincón del mundo sin importar edad, raza, idioma, estatus social o sexo.

Sin embargo, hace mucho que este juego milenario fue desplazado de los grandes focos en detrimento de la espectacularidad y la atracción de masas que genera el fútbol, baloncesto, la Fórmula 1 o el tenis. Pero en este atípico 2020, y contra todo pronóstico, ha recuperado su lugar en primera plana y la culpa la tiene una mini-serie de Netflix. ‘Gambito de Dama’, basada en una novela de  Walter Tevis y protagonizada por Anya Taylor-Joy se ha convertido en una sensación de la plataforma, vista por más de 62 millones de hogares en el primer mes de estreno y la número uno del catálogo en hasta 63 países. El furor causado por esta ficción (una maravilla, todo hay que decirlo) ha tenido su eco en el mundo real: el libro en el que se basa es el más vendido en Amazon, las búsquedas en Google sobre cómo jugar al ajedrez son las más altas en la última década y en Estados Unidos las ventas de tableros se han disparado hasta el 125%, así como las descargas de aplicaciones.

El ajedrez vuelve a estar de moda gracias a la figura de Beth Harmon, probablemente inspirada en Vera Menchik, la jugadora que dominó la categoría femenina entre 1929 y 1944 y que es considerada la primera mujer en participar en torneos masculinos y batir a grandes maestros. Un juego reservado para hombres durante mucho tiempo, fruto de una sociedad todavía marcada por la desigualdad de género, el ajedrez es precisamente un deporte que se apoya en el factor mental y no en el atlético, por lo que si hubiera sido mixto desde el principio probablemente no existirían los prejuicios y la presión añadida que acompañan a muchas jugadoras. Hoy por hoy no es machismo. Es un dato objetivo que el ránking mundial siga dominado por hombres. Nosotras estamos acostumbradas a jugar torneos mixtos, pero empezamos más tarde (la popularización del juego entre las mujeres no se produjo hasta la segunda mitad del siglo XX) tuvimos la curiosidad y la continuidad más tarde… y estamos en un proceso de concienciación a la participación femenina que en los últimos años los números acompañan, aunque todavía lejos del objetivo final. Cuantas más jugadoras haya, más posibilidades hay de que existan jugadoras que destaquen a nivel internacional”.

Las palabras son de Sabrina Vega (Las Palmas, 1987), la mejor ajedrecista de España (este año ganó el campeonato nacional por séptima vez), recién llegada a su tierra natal tras quedarse a solo medio punto de su segunda norma camino al título de Gran Maestro absoluto (tiene una y necesita tres), la máxima distinción en el mundo del ajedrez. En la eterna discusión sobre si deberían unificarse todas las competiciones y no hacer distinciones de género, Sabrina lo tiene claro: “Estamos acostumbradas a competir en torneos mixtos. Pero los importantes (Olimpiadas, Mundiales, Europeos) siguen celebrándose por separado. Y yo creo que es necesario. Porque si se unificara no jugarían mujeres, porque no tendrían representantes. Cada país tiene prácticamente una selección absoluta cuyos jugadores son mejores que las mejores mujeres. Si no tenemos nuestra propia oportunidad de continuar luchando y peleando por objetivos, desapareceríamos. Perderíamos las referentes que sirven de guía a las nuevas generaciones y volveríamos al estatus inicial. Debemos entender que el ajedrez es uno y que se quiere esa unificación, pero estamos todavía en un proceso”, señala la canaria, que fue subcampeona de Europa femenina y tiene el honor de haber vencido a Kárpov en 2016.

Otro de los falsos estereotipos que acompañan a la mujer en el tablero es el de que “juegan peor porque son menos inteligentes”.  Maria Cubel (Universidad de Barcelona), realizó una investigación al respecto junto a otros profesores y llegó a la conclusión de que “las mujeres jugaban peor cuando sabían que estaban jugando con un oponente masculino. Por contra, cuando, erróneamente, creían que estaban jugando contra otra mujer, las diferencias de género desaparecían». El hecho de que haya muchos más hombres que mujeres en las listas de los mejores del mundo (además de por la tradicional estadística de participación) tiene más que ver con la antigua ansiedad de encontrarse fuera de lugar que por la resistencia física o la capacidad intelectual. El comportamiento machista de algunos de los grandes ajedrecistas de la historia tampoco ayudaba. «La inferioridad de la mujer en el ajedrez es innata», dijo Fischer en 1992. «Ella tiene un talento fantástico para el ajedrez pero, después de todo, es una mujer», dijo Kasparov sobre Judit Polgár, considerada la mejor ajedrecista de la historia. La húngara le acabó ganando en 2002.

Que una joven como Beth Harmon se convierta en la mejor del mundo, superando al campeón ruso en plenos años sesenta y con el apoyo de una importante comitiva de jugadores estadounidenses, así como de un respaldo financiero que solo pudo perder por sus actitudes fuera del tablero (exceso de drogas y alcohol o desinterés con la Federación) y no por su condición de mujer, suena poco menos que utópico en la miniserie de Scott Frank y Allan Scott. Pero probablemente su gran punto a favor es que no se centra en la discriminación que pueda sufrir la protagonista, algo que puede atraer a las mujeres al tablero en la actualidad.

“Nosotras hemos sufrido las consecuencias de esa sociedad patriarcal, pero veo positivo que la protagonista sea una mujer para naturalizar su papel activo, y también que no hayan incidido demasiado en el hecho de ser mujer. La trama se desarrolla con bastante respeto, señalando que es una mujer que irrumpe, que es totalmente desconocida, que va encontrando su juego, que afronta las dificultades, que tiene varios apoyos detrás y que recibe el respeto de sus propios compañeros. Una evolución natural de una jugadora que va creciendo en el tablero. Lo que hace falta y es esencial es que se vea como normal que las mujeres podamos acceder a todo, y que no llegue el mensaje a la niña de que ‘lo consiguió pero es una película’”, explica Sabrina, que se siente identificada con Beth en tres pilares básicos: “Que exista una figura que sepa inculcar esa pasión por el ajedrez (conserje) y que le sirve como refugio en un momento dramático de su vida, que te llama a desentrañar toda la verdad del tablero. Luego la figura de la madre adoptiva, el apoyo de una persona que siendo ajena al ajedrez te ayuda a abstraerte de la intensidad de la competición. En mi época, toda mi generación y las contiguas que jugaban al ajedrez conmigo abandonaron. En la adolescencia me quedé prácticamente sola. Pero al poco tiempo de iniciarme se inició mi hermana, y ella también llegó a ser campeona de España. Mi padre y mi madre nos acompañaban a todos los torneos”.

“Y tercero, que la competición es muy intensa, algo solitaria…. Pero a medida que va transcurriendo el camino los propios rivales que (Beth) conoce en su momento le apoyan y están con ella. El mundo del ajedrez es muy sano. El valor del compañerismo, en el compartir está el progreso… Da igual el nivel de juego, que más tarde o temprano te vuelvas a enfrentar en el tablero… porque al final vas formando tu pequeña gran familia. Esos jugadores te acaban arropando, te apoyan psicológicamente, técnicamente… es muy bonito. Y yo puedo decir que también tengo mi pequeña familia dentro del ajedrez”.

En España

En los últimos cinco años las mujeres han pasado de suponer un 4% a un 11% de entre los jugadores federados en nuestro país. Una prueba de que el ajedrez femenino está en alza. “En general hay un cambio y una concienciación en las instituciones públicas de fomentar ese papel activo de la mujer en todas las esferas. El CSD tiene un programa ‘Deporte y mujer’. Nosotros en la Federación tenemos una Comisión a la que pertenezco, ‘Ajedrez y mujer’. Nos encargamos de fomentar iniciativas que ayuden a la participación de las mujeres en el mundo del ajedrez. En la selección española, dentro de los recursos que cuenta (se trata de uno de los deportes más minoritarios y la financiación y patrocinio privado es inexistente) se está haciendo una buena labor. Nuestro secretario técnico Ramón Padullés siempre está alerta a nuestras opiniones para ayudar a mejorar nuestro deporte. Hay muchas chicas de base que están obteniendo resultados y progresando bastante de nivel”.

Sabrina tiene a todas las jóvenes promesas bien fichadas, empezando por Marta García, jugadora de 20 años que debutó hace dos en la selección absoluta y es la incorporación más reciente. Fue protagonista en la polémica entrega de premios en el Campeonato Universitario de Ajedrez de la Comunidad Valenciana, donde, tras derrotar a seis hombres, subió la penúltima para recoger el trofeo… a la mejor mujer. Mirando a la tierra, Sabrina pone sus ojos en Carla Suárez (Gran Canaria) y Alba Rodríguez (Tenerife), pero no pierde de vista el ámbito nacional, con jugadores de un futuro muy prometedor: Cecilia Guillo, Rebeca Jiménez (reconoce que le ha dado un buen susto en alguna partida), la gallega Mireya Represa (ya ha viajado a campeonatos absolutos) o María Eizaguerri, la primera mujer que ganó (con 14 años) un campeonato de España mixto.

Sabrina trata de explicar el problema de que exista una participación femenina tan escasa, también en nuestro país. “En los niños no hay tanto desequilibrio. Es en la continuidad donde fallamos. Tenemos un punto de inflexión a los 14-16 años que en España las chicas deciden dejar el ajedrez. Y una de las grandes causas es la falta de referentes femeninos. Es muy difícil que te plantees siquiera la posibilidad de poder seguir este camino. No se te ocurre siquiera. Y ese es el paso que falta. Que al menos el ajedrez entre en ese abanico de opciones”, afirma. “La adolescencia es complicada. Los cambios fisiológicos y hormonales, luego en el grupo nadie te acompaña… Si no tienes a nadie que haya competido o haya hecho carrera no haces ni siquiera la labor de planteártelo. Por eso ‘Gambito de Dama’ es tan positiva, despierta la curiosidad, deja ver que también hay referentes femeninos, que se puede hacer carrera, que es un mundo bonito y que si lo deseas puedes continuar”.

Sabrina tuvo la suerte de contar con un entorno familiar que le apoyó en todo momento en su camino, pero nunca tuvo un referente cercano. “En mi época estaba el fenómeno de las hermanas Polgar, pero 1. Era el único y 2. Ellas son húngaras, sonaban a lejano, a escuela rusa. Encima tuvieron una educación muy específica. No fueron a la escuela, los padres decidieron enseñarlas por su cuenta. Parecía que habían llegado porque habían tenido un modo de vida diferente”. En ese largo proceso en el que el la participación femenina se equipare en mayor o menor medida a la masculina, la pregunta obligada (y soñadora, claro que sí) es la de si tarde o temprano veremos una mujer como campeona del mundo absoluta. Para que nos hagamos una idea de la dificultad: La china Hou Yifan ha ganado cuatro veces el Mundial femenino pero se encuentra en el puesto 86 en el ránking ELO, lejos de poder participar en un campeonato absoluto.

“Muy difícil, yo no lo veré”, sonríe Sabrina. “El nivel del juego femenino está creciendo bastante, pero creo que todavía queda mucho. Hace poco hubo un cambio en la dirección de la Federación Internacional y están apostando por iniciativas para equiparar el femenino con el absoluto. Al menos ahora se ha recuperado algún premio femenino y se están mejorando las condiciones de los Mundiales absolutos. El proceso va bien, pero queda camino por delante”.

Imagen de cabecera: Sabrina Vega

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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