Pocos minutos después de que Boris Johnson decidiera decretar el cierre del país el pasado 31 de octubre me llegaron muchos mensajes a los grupos de WhatsApp relacionados con el club. Tengo varios: el comité de equipos de adultos, el de la academia, el de la junta directiva, entre otros, y un par secretos, claro. Estos últimos son inevitables: no son poderes transversales, ni paralelos, sino voces que quiero oír y que me cuentan cosas a las que de otro modo no llegaría. No suelen influenciar decisiones importantes, pero sí me dan una imagen más global del club. El caso es que, como decía, llegaron varios mensajes con la misma idea: ¿qué hacemos? No era un desesperado, ‘¿y ahora qué?’, sino una ofrenda: ‘aquí estamos para lo que se necesite’.
La pandemia está siendo dura para clubes como el nuestro, en la novena división, con pocos patrocinadores (aunque muy leales) y con pocas posibilidades de crecer en ese sentido cuando a nadie le sobra casi nada. Así que, para continuar dando guerra, hemos centrado nuestros esfuerzos en tres apartados.
Primero, continuamos reforzando la identidad. El club ha seguido funcionando gracias a varios zooms. La junta directiva se sigue reuniendo cada mes, lo mismo que los dos comités que rigen los clubes de adultos y la cantera. Cada equipo ha montado reuniones telemáticas semanales donde se han hecho juegos, se han compartido ideas o se han creado retos físicos para mantener la forma. He buscado un psicólogo deportivo para que monte webimares con los entrenadores del club que pueden estudiar su manera de relacionarse con el jugador pero también adquirir conocimientos que les permitan dar apoyos a aquellos futbolistas que padecen más el aislamieto. Ahora que ya sabemos que el 2 de diciembre se podrá volver a jugar y que también los aficionados volverán al estadio, hay que prepararse para ello, y tenemos montadas varias reuniones para reiniciar el uso de la sede social, el corazón del club.
Segundo, debemos ser creativos para establecer nuevas relaciones comerciales. Como hemos tenido más tiempo en nuestras manos, hemos montado una tienda online para poder vender desde gorros, hasta camisetas, de pins a mantas. Además hemos acordado con dos empresas (una de la zona, KC Sports UK, y otra de ámbito nacional, Flatback4) para que creen más merchandising. Vale, tenemos más productos en venta que aficionados, pero si no se piensa en grande, no hay manera de crecer. Hemos adquirido una cámara automática (VEO) que graba entrenamientos y partidos sin necesidad de un operador. Hemos construido una cabañita que vende té y cafés fuera de la sede social, a un lado del campo, y que permite a Heather, generalmente detrás del mostrador, vender hot dogs, chocolatinas, café y té, mientras puede ver el partido… y gritarle a los nuestros alguna cosa, digamos, ‘motivadora’.
Tercero, debemos mantener un ojo en las ayudas que ofrece la federación. La verdad es que a veces parece que no existamos (no hay suficiente dinero del mundo profesional para apoyar clubs como el nuestro) e incluso que molestemos (nos cerraron nuestras ligas mientras se debatía qué hacer con las primeras cinco divisiones), pero se han creado varias fuentes de apoyo financiero que nos han ido la mar de bien. Gracias a ellas, hemos podido crear esa cabañita, nos permitirá cambiar las luces del estadio que estaban obsoletas, hemos acomodado el local para que la gente se pueda sentir a gusto en medio de una pandemia, y hemos ampliado el departamento de comunicación a cinco personas, todos ellos chavales voluntarios a los que ahora les podemos pagar el tren a casa.
Así que en medio de la nada, mientras no se jugaba al fútbol, tengo la sensación de que hemos crecido. Los brotes verdes que percibo por todas partes están siendo alimentados por la fuerza de voluntad de la gente. Y no hay abono más productivo que ese.
Imagen de cabecera: Matthew Burling