“No estoy seguro de poder acabar la temporada con once jugadores”, dijo hace pocos días Jurgen Klopp, entrenador del Liverpool. Estaba hablando de los operadores televisivos ingleses, que de forma excepcional y ante la prohibición de entrada de público a los estadios, están poniendo diez horarios distintos para los diez partidos de cada jornada en la Premier League inglesa. Pero Klopp, en realidad, estaba hablando de otra cosa. Lleva mucho tiempo haciéndolo, como Guardiola. No es casualidad que los técnicos de los dos equipos preponderantes del fútbol inglés estén insistiendo tanto en la queja en los últimos meses.
El problema de los operadores televisivos y sus horarios infernales se le va a resolver pronto a Klopp y al resto de entrenadores de la Premier, porque en cuanto empiece a entrar público a los estadios británicos, la Liga inglesa volverá a su ser: seis o como mucho siete horarios distintos por cada fecha, con una franja unificada del sábado a las 15h –las 16h en España- en la que se prohíbe a los operadores retransmitir los partidos por TV para proteger a las categorías inferiores y el público que congregan. Eso dejará de nuevo a la Liga española como la única de las grandes ligas de fútbol en Europa que programa diez horarios distintos para sus diez partidos jornada tras jornada, dejando a los aficionados de los equipos con la tarea imposible de descifrar cuándo jugará su equipo la próxima semana, pero ese es un debate para otro día.
Decía que a Klopp ese problema se le va a solucionar pronto, pero de fondo hay un quebradero de cabeza mucho mayor para él, y para cualquier entrenador de un club de élite en nuestros días: el dichoso calendario. Como la temporada 2019/2020 terminó más tarde por la pandemia, la mayoría de equipos han tenido la mitad de tiempo habitual de intervalo entre el final de una temporada y el comienzo de la siguiente, y hay algunos que ni siquiera han podido hacer esa pausa necesaria para volver a comenzar. La Premier, como el resto de las grandes Ligas europeas menos la francesa, comenzó un mes más tarde de lo previsto en una temporada que cerrará con una Eurocopa, aplazada también en su día, acortando al máximo los plazos ya previstos. La exigencia es todavía mayor para los equipos inmersos en competiciones europeas, ajustadas al máximo en un ‘maratón’ de tres semanas para las tres primeras jornadas, y otras tres semanas consecutivas para las tres últimas, antes de que acabe este horrible año. Además, la Premier en la gran Liga que más ha tardado en aplicar la norma de los cinco cambios por partido.
Algunos médicos y preparadores físicos ya lo habían anunciado: “Habrá más lesiones que nunca”. En la Premier, según ‘PremierInjuries’, se han superado las cien lesiones musculares en las ocho primeras jornadas disputadas, un incremento de más del 15% respecto a la temporada anterior. Incluso parece una estadística menor, respecto a la impresión que te deja el rosario de bajas cada semana en equipos de ese y otros campeonatos. Entre los jugadores, principales perjudicados, los hay que también se han quejado, como Kevin De Bruyne, y los hay que se quedan en “es algo muy perjudicial para nosotros, pero es lo que tenemos”.
El problema de fondo es que la industria futbolística, que mueve cientos de miles de millones de euros al año en todo el mundo, no se ha sentado a hacerse ciertas reflexiones necesarias en los últimos años, sin tener que llegar a una situación extrema en lo económico y social provocada por una pandemia. Cuando acabe esta temporada de locos, la Liga española querrá seguir teniendo veinte equipos en su máxima categoría, lo que obligará a mantener sus 38 jornadas pertinentes. Al mismo tiempo, seguirá surgiendo esa cada vez menos velada amenaza de la “Superliga Europea” –alentada por la propia FIFA-, y la UEFA necesitará contrarrestar con más dinero y –por supuesto- más partidos, al mismo tiempo que no abrirá la mano de su recién creada competición de selecciones, la Liga de Naciones, y pondrá en marcha una tercera competición continental de clubes, por si no teníamos suficiente con dos.
Después, llegará el reto de 2022: un Mundial entre noviembre y diciembre, lo que obligue a recomponer desde arriba hasta abajo un calendario ya de por sí complicado de elaborar. Y todo ello, en un contexto de grandes pérdidas económicas a causa de la pandemia.
Uno no es tan cínico como para no darse cuenta de que forma parte de este espectáculo, yo como de este circo de ciento veinte pistas. Tampoco se me escapa la necesidad de pensar en los protagonistas de este juego: o nos pensamos en darle un pequeño descanso a la gallina de los huevos de oro, o ésta reventará. De hecho, es un gran milagro que aún no lo haya hecho.
Imagen de cabecera: Laurence Griffiths/Getty Images
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