Vivimos en una época en la que las incertidumbres le ganan el partido a las certezas. Cada vez es más complicado encontrar refugios de seguridad donde poder respirar tranquilos. Lo que ayer estaba esculpido con cincel en mármol, hoy son letras escritas en la arena de una playa que el oleaje se puede llevar por delante en cualquier momento. Empiezas a cuestionarte si los pilares que nos sostienen son realmente firmes o si, por el contrario, tienen grietas. Durante el confinamiento que nos robó la primavera me di cuenta de la fragilidad de nuestras vidas. Con una hipoteca recién estrenada y un bebé de 5 meses nos llamaron a la responsabilidad social. #Yomequedoencasa
Hice el reto de los toques con papel higiénico, acabé lecturas que tenía aparcadas, vi series y documentales hasta decir basta. Todo eso con la ilusión de que todo aquello fuera una corta pesadilla, un pequeño parón en el camino para descansar. Un avituallamiento, esa palabra que uno nunca está seguro de haberla escrito correctamente. Pero las semanas pasaban, las colaboraciones con los medios de comunicación para los que trabajo seguían en el congelador y el dinero seguía sin entrar en casa. Entonces, en medio de ese bucle, pude reflexionar y extraer tres conclusiones. La primera ‘pisa el acelerador a fondo mientras haya gasolina en el depósito’ la segunda ‘asume que en cualquier curva te puedes salir del circuito’ y la tercera ‘aprovecha los malos momentos para preparar tu vuelta’.
La vida de Ansu Fati va a una velocidad de vértigo. Un crecimiento exponencial que empezó hace poco más de un año con su debut en el primer equipo del Barça, allá por finales de agosto de 2019 en un partido contra el Betis en el Camp Nou. La precocidad de Anssumane han hecho que haya triturado récords de precocidad sin parar. Instalado en el once inicial del Barça y de la selección española, nada hacía presagiar un contratiempo en el camino dorado del atacante culé. El pasado sábado, a media tarde, Ansu Fati saltó al césped del Camp Nou con esa media sonrisa que esbozan aquellos que saben que van a pasar un buen rato. Precisamente contra el Betis, el primer rival que tuvo en la élite. Un arranque eléctrico puso en órbita a un Fati que sembró el pánico entre una defensa verdiblanca aliviada por la ausencia inicial de Messi, pero intimidada por la ambición insaciable de Ansu. Juventud, divino tesoro. Primero asisitió a Griezmann en una acción que el francés malogró. Luego, en su jugada favorita, se perfiló hacia dentro buscando ese golpeo al palo más alejado, en un remate que se fue lamiendo el poste de Bravo. Entonces llegó la acción crucial, ese obstáculo en el camino, esa curva cerrada que te saca de la carretera. Una entrada de Mandi que acaba con Ansu Fati en el suelo, retorcido de dolor. Siguió jugando lo que quedaba de primera mitad, pero ese menisco ya estaba maltrecho. Ahora toca quirófano, trabajo y paciencia. Un alto en el camino para asimilar todo este crecimiento y una valiosa lección: nadie es intocable. Hay que exprimir al máximo el talento y convivir con la incertidumbre de que en cualquier momento podemos descarrilar. Hacernos fuertes en la oscuridad y construir un castillo con las piedras que nos vamos encontrando por el camino.
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