Se nos fue Bernardo. Nos dejó la leyenda de las leyendas. Un ser humano entrañable, humilde y noble. Tras una larga enfermedad, se despidió a los 82 años la persona que mayor adhesión y devoción despertaba en el valencianismo. Una parte importante del murciélago que hoy anda herido, angustiado, afligido, sin ganas de volar por sentirse huérfano de alguien que le cuidó durante 55 años. Le alimentó, supo arroparlo en los malos momentos con su optimismo y descifró a la perfección cuándo dejarlo volar para que su estampa brillara por toda Europa. El Valencia CF era él. A través de sus ojos vio pasar una filmografía envidiable. La de recuerdos y anécdotas que podía contarte. Un prontuario sin acabado.
Convivió con los mejores durante generaciones, todos le adoraban y fue la demostración del arraigo por un sentimiento puro, de cohesión entre egos y nacionalidades. “Españeta” era la declaración firme de la vida indestructible e inquebrantable dentro de un vestuario. No importaba el año, el lustro o la década. No interesaba el carácter del que llegaba. Ni siquiera la parte comercial y de negocio en la que se había convertido el fútbol en su última etapa. Para él, solo existía su Valencia. Y su afán por conseguir que el día a día fuera un cuadro de colores, ráfagas e iluminación. Era un padre para todos los que le conocieron. Y entregó cuerpo y alma para que imperase la sencillez y la bondad. Ese camino de autenticidad, humanidad y amor es el que le ha llevado a ser el gran símbolo de un club que siempre se vio reflejado en sus valores.
En una época de desarraigo, de control y látigo, de ‘guillotinas’ sin baile de aguas, de desapego en cuanto al trato y a la gestión, es una bendición saber que eso no es el Valencia CF. ¿Por qué? Porque está en las antípodas de lo que era Bernardo. Pensar en el aroma de este club centenario es cavilar en las entrañas del utillero más venerado del fútbol español. Eso es valencianismo. Encarnaba todos los valores con los que uno se puede sentir identificado. Merece un busto a la entrada de Mestalla, una lona junto a “sus hijos”, un cambio de nombre para el Trofeo Naranja y una nomenclatura especial para ese vestuario que tanta historia tiene con España limpiando botas y organizándolo todo con una pulcritud desmesurada. Todo lo que no sea eso, será otra decepción.
Sus cenizas serán esparcidas por Mestalla. Era su deseo y será cumplido a rajatabla. Solo espero que se le rinda el tributo que merece cuando pase esta pesadilla del virus. El campo ha de estar a reventar, ha de corear su nombre con lágrimas en los ojos y ha de sentir la emoción que él sentía por los suyos. La eternidad de “Españeta” está garantizada. Porque eso no se busca. Se merece. Solo hay que ver la infinidad de mensajes recibidos por clubes, jugadores, entrenadores, directivos, políticos… de todo el país. Pero, principalmente, por los que lo tuvieron cerca. No todos han tenido el privilegio de tratarle y conocerle. Como a su mujer Charo. Otro ser humano maravilloso. Por eso está siendo tan doloroso para muchos.
Todos transitamos por la vida, pero solo unos pocos dejan un legado tan perenne e imperecedero. Don Bernardo España Edo, “Españeta”, vivirá siempre en nuestros corazones. Su vacío jamás podrá ser suplantado. Por cómo fue, por todo lo que dio y por la inmensidad de lo que deja.
Querido amigo, vuela alto y cuida desde arriba de lo que tanto amaste. Siempre te querremos.
Oliva • Ontinyent • Valencia. Periodista | Me lees en @Spherasports | Me escuchas en @matadorvalencia | Actualidad del deporte | Examino al @valenciacf | Ex Comarcal TV | Adoro la radio
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