Hay un motivo por el que cada triple que anotó Tyler Herro en la serie ante los Bucks fue especial. No se trata solo de que naciese en Milwaukee, ni de que su equipo favorito en la adolescencia fueran los propios Bucks. Hay más. Un episodio que comenzó hace dos años.
Jen Herro se levantó de cama decidida a empezar la mañana como marcaba su rutina. Ni siquiera le había dado tiempo a desayunar cuando descubrió que no iba a ser un día más, el jardín de su casa había sido asaltado. Los coches de todos los miembros de la familia estaban llenos de huevos y tomates. En los alrededores se apreciaban pintadas, fue al leerlas cuando comprendió todo.
“Fuck BBB” o “Go Wisconsin” eran algunos de los mensajes que lucían. Su hijo mayor, Tyler, acababa de anunciar que no iría a la local Universidad de Wisconsin y, por lo tanto, nunca jugaría en los queridos Badgers. Tras varias entrevistas, la decisión de Herro había sido unirse al distinguido programa de la Universidad de Kentucky y ser nuevo jugador de los Wildcats, algo que la gente de Milwaukee nunca le perdonará.
En Kentucky, Herro no se enfrentó a los equipos de su ciudad. Sin embargo, todas las semanas llegaban a su casa y a su instituto cartas de “aficionados” que le deseaban lo peor en su carrera. Primero decían que en un gran proyecto no sería nadie, que pasaría la mayor parte de su tiempo en el banquillo. Cuando Herro demostró su gran nivel los mensajes aún se volvieron más amargos, incluso amenazantes.
El destino quiso que Tyler y los Bucks se cruzasen en los playoffs de su primera temporada en la NBA. Dos años después, por fin ha podido sacarse la espina y ha demostrado a todo el estado de Wisconsin que, al menos este año, está por encima de ellos.
Su infancia y adolescencia en Milwaukee fue la de un joven normal. Sus preocupaciones se limitaban al instituto y a su primer trabajo: ayudar a su padre con el quitanieves. Pero el contratiempo que realmente le quitaba el sueño era baloncestístico: a pesar de haber participado en las pruebas, no fue seleccionado en el McDonald’s All-American de su generación. Precisamente por eso, cuando un proyecto como el de Kentucky trató de reclutarle, él lo tuvo claro: no quería ser holgadamente el mejor jugador del pabellón, quería demostrar que podía destacar entre los mejores de su edad.
Cuando llegó a los Wildcats no tenía el cartel de superestrella. Era un prospecto de 4 estrellas según 247Sports, lo cual es genial, pero no se considera el tipo de talento de élite. Los inicios siempre son complicados y para alguien como Herro más, obsesionado con leer cada artículo y cada tweet, muchos de ellos negativos debido a la gran cantidad de haters que tenía pese a su corta edad.
A Herro, las opiniones que decían que no llegaría a triunfar le molestaban más que el continuo acoso de sus vecinos. Por ello, hizo lo que su amigo íntimo, Baba Fajembola, le aconsejó que hiciera: abrazar el personaje de villano que la gente le hizo parecer.
Desde ese momento la carrera de Tyler despegó hasta aterrizar en los Miami Heat, donde una temporada le ha bastado para demostrar su talento. Su descaro dentro de la pista contrasta con la timidez del joven que hace tan solo dos años abandonó Wisconsin. Que ni siquiera era capaz de hablar en público ante las 17 personas de su clase de oratoria a pesar de jugar ante más de 20.000 en cada partido. Ahora Herro ya no puede despegarse de esa coraza altanera y de asesino silencioso. De ese disfraz de villano perfecto que tanto le gusta lucir, especialmente al jugar contra Milwaukee.
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