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Damian Lillard, amor al filo de la navaja

Cada vez que en las próximas semanas Damian Lillard se levante a más de ocho metros de la canasta para lanzar su triple característico, la mitad del universo NBA contendrá su respiración. Eso está garantizado. Precisamente desde esa zona ya ha decido alguna serie de playoffsDame fue el adolescente que llegó a los Blazers con 22 años y pidió el número «0» -semejante a la letra «O»- como homenaje a las calles de su Oakland natal, ciudad en donde quedó forjada su leyenda. Ahora, Lillard es la estrella del equipo que intentará con su baloncesto, con su desfachatez, la difícil tarea de apear a los Lakers a las primeras de cambio de lo que debería ser el año de su decimoséptimo título.

El timing y las circunstancias juegan a su favor. Lillard encara la serie con el premio de MVP de “la burbuja” bajo su brazo. Hasta el momento, ha sido el jugador que mejor se ha adaptado a la experiencia. A lo largo de esta temporada nadie ha dado una excusa, y menos una razón, por la cual LeBron o Anthony Davis debieran sentirse inferiores a su rival, menos aún a los Blazers, pero una sucesión de grandes actuaciones individuales de la estrella de los Blazers podría valer la excepción.

El Dame Time, una ‘marca registrada’

Al baloncesto se juega con la mente antes que con las manos, y quienes más sufren a Lillard ven en él esa figura capaz de trascender. Desde pequeño, Damian ha estado acostumbrado a la presión, a la que siempre ha reaccionado con frialdad. Esa cantinela del Dame Time que narra como el base es asiduo a decidir en los momentos más calientes del partido, no es fruto de la casualidad. Todo aficionado que se precie habrá visto la canasta con la que hace un año llevó a los Blazers en las Finales de Conferencia, pero pocos saben que, ya como adolescente, Lillard hacía lo mismo en la estoica Oakland Athletic League.

Sucede que anotar canastas decisivas reporta un extra de confianza que algunos jugadores pueden convertir en disfrute. Lillard se siente cómodo jugando al filo de la navaja, cuando el balón quema y el tiempo asfixia. Anoche, en su primer partido de la serie ante los Lakers, al de Oakland no le tembló la muñeca y pudo dejar su sello. El triple desde el logo no vale solo tres puntos, es un golpe directo a la autoestima rival.

Contaba Lillard que aprendió lo que era dominar la presión cuando con nueve años, jugando “un 21” contra su hermano mayor, anotó 19 tiros libres seguidos para ganar. Asusta pensar hasta donde puede llegar su dominio del momento, su control perfecto del clutch. Aún queda mucha tela por cortar en una serie que puede prolongarse las próximas semanas pero, si yo fuese de los Lakers, me echaría a temblar. 

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