En una Liga de lo más igualada por la parte alta, con el peor Atlético de Simeone, un Sevilla irregular, con el Valencia fuera de Europa y equipos como la Real Sociedad o el Getafe como mayores atractivos, sorprende que el Villarreal se haya apartado tan pronto de la lucha por Europa.
El Submarino no ha aprovechado una jornada de lo más propicia para colocarse en situación privilegiada. Atlético y Sevilla empataron, la Real cayó ante el Barça y tanto Getafe como Valencia no pasaron del empate ante Celta y Alavés respectivamente. En casa, ante un Leganés sin pólvora que marcha penúltimo y que no había ganado ni un solo partido fuera de casa, el equipo de Javier Calleja se estrelló con un estrépito descorazonador, más si cabe tras adelantarse a los cinco minutos de partido.
Un sector del público pidió la cabeza del técnico, que ya estuvo a punto de hundir al cuadro amarillo el pasado curso antes de salvarlo in extremis en un sorprendente regreso. El esfuerzo del club en el mercado de invierno con un goleador como Paco Alcácer, liderando una plantilla más que apta para estar entre los mejores de la Liga, no se ve traducido en el césped. El Villarreal solo ha ganado uno de los últimos seis partidos, y acumula tres derrotas consecutivas en el torneo doméstico y una eliminación decepcionante en el torneo del K.O ante el modesto Mirandés.
Todo aquello que empezó a prometer a principios de curso e incluso de año, se ha desvanecido. La distancia con el descenso es abismal y todo indica a que no se padecerá el sufrimiento del tramo final anterior, pero ello no es motivo de consuelo ni mucho menos. Casi tres meses faltan para el final y la temporada se puede hacer larga si no se reacciona. Poco se entiende que Calleja haya dejado de contar con Anguissa o Chukwueze en las alineaciones y se hayan convertido en meros revulsivos. El primero, convertido en una de las revelaciones en el primer tramo de competición, no es titular en Liga desde el pasado 5 de enero en Anoeta (victoria por 1-2 del Submarino). El nigeriano, pura electricidad y desequilibrio (necesitado en un centro del campo cada vez más encorsetado) no lo es desde el 25 de enero, tres días después de su antológico gol ante el Girona en Copa.
Además, hay un mal en el equipo que se ve a la legua: no sabe asimilar los golpes. “Cuando nos marcan nos hacen mucho daño. Nos ponen nerviosos y perdemos esa concentración. No es algo normal, tenemos jugadores con experiencia y no nos puede pasar eso«, dijo Calleja en sala de prensa. Incapaz de reaccionar, el Villarreal sufre cuando sus planes se trastocan y ataca a la desesperada, pero sin la intensidad ni el cúmulo de ocasiones que se espera de un ataque con tanto poderío.
Los jugadores, aunque últimamente no están a la altura, no son precisamente el foco de las críticas. «La gente es libre de opinar. Yo intento trabajar, pero es lógico que con una derrota como hoy se vayan descontentos y el culpable es el entrenador”, dijo un Calleja que pasó el partido en la grada tras su expulsión ante el Athletic. Era la tercera derrota en el Estadio de la Cerámica ante un rival de la parte baja de la tabla (Celta y Espanyol también sumaron los tres puntos). La exigencia del club, indiscutible ahora mismo, pasa por sumar puntos en un calendario asequible: tras el Leganés toca ir a Balaídos para luego recibir al Mallorca y visitar Los Cármenes. A partir de entonces todo se complica con Sevilla, Valencia, Barça, Getafe, Real Sociedad y Real Madrid como rivales en seis de las últimas ocho jornadas.
Se luche o no por Europa, lo que parece claro es que el relevo en el banquillo es seguro en verano, donde el Submarino debe trasladar su ambición en los despachos al terreno de juego, y evitar pasar por la desilusión que lleva a la desidia y al desastre más absoluto.
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