Los momentos más duros de la temporada para el Real Madrid han venido de la mano de la falta de sus dos centrales titulares. O eso parecía. El Celta de Vigo, creciendo muy poco a poco, consiguió extraer un punto de un Bernabéu que se quedó pasmado ante la clase de Rafinha, los galones de Iago Aspas o la capacidad para controlar y acribillar de Fedor Smolov. El FC Barcelona ya está a un punto y no todo puede ser por la calidad y osadía de los chicos de Óscar García. No sobró concentración.
A Marcelo se le está complicando todo. No sabe cómo pero, de un día al otro, ha cedido su puesto de lateral a un chico francés que pocos conocían bien. El brasileño hoy debe sentir una profunda alegría cada vez que ve su nombre apuntado en la pizarra, una rutina en la última década. Ha pasado de ser uno de los mejores laterales de la historia a ser la diana de todas las criticas cada vez que se pone la zamarra blanca. Se hinchan con él en El Día Después, con sus risas con Militao, pero sigue siendo ese centrador que los blancos aman y odian a la vez. Cuando en uno de sus enésimos envíos al área el cuero acaba dentro todo se olvida. Eso sí, si no recibe las ayudas por esa calzada romana que dicen que encuentran los rivales cada vez que pisa el verde, mal negocio. El Madrid sufre y él vuelve a ser ese exnovio pesado. Una mancha de un pasado que nunca volverá, aunque él se empeñe. Que juegue Mendy.
Sergio Ramos, ante el Celta, fue como las buenas ideas. Todos los que escribimos odiamos pensar algo y concienciarnos que eso que hemos ido cavilando será buenísimo. Sin embargo, a la hora de escribir, esa conjunción de frases que nos iban a dar el Pulitzer se evaporan y te quedas con el papel en blanco, o con dos puntos menos tras dejar un hueco a tu espalda que nadie cubre. Ojalá hubiera una aplicación que nos recordara lo que pensamos. Y no me habléis del bloc de notas. Ramos se despistó y cuando quiso darse cuenta se le habían quemado las tostadas por pensar en otra cosa. Además, Santi Mina se las comió enteras, echándole un poquito de mermelada. Varane no pudo cerrar. Igual que en el primer gol. El Madrid pinchaba.
Nadie duda de la capacidad de ambos zagueros. Ramos y Varane han comandado juntos la retaguardia de un conjunto de ensueño. Sin embargo, a ambos siempre se les percibe un punto de distracción en algunas ocasiones, especialmente en las tardes frías de fútbol español. Las noches de Champions League, como siempre le ha ocurrido al Real Madrid, son terreno en el que casi no cometen errores. Pero no todo es la máxima competición continental. También hay que jugar en casa ante el Celta de Vigo. Y, por ello, hoy el Madrid tiene una ventaja mínima en su lucha por el título.
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