Se suele decir que esta vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo. Yo me atrevería a añadir dos más: ir a Roma y ver in situ un Derby della Capitale. Roma es una ciudad maravillosa. Tiene mil y un rincones en los que perderte y disfrutar de la esencia de la Ciudad Eterna. Además, tiene un evento que, como mínimo, se produce dos veces al año y que es imprescindible.
Desde primera hora de la mañana pude palpar que ese domingo 26 de enero de
2020 no era un día más en Roma. Por el centro de la ciudad podía ver a gente
portando con orgullo las camisetas y bufandas de sus equipos. Sin embargo, el
ambiente era tranquilo. La gente paseaba por la Plaza de España con la cabeza
alta y mirando por encima del hombro al rival que vestía una zamarra diferente
a la suya, pero el ambiente iría creciendo según se acercaba la hora del
partido.
Cuando dieron las 16:00 no podía aguantar más. Mi nerviosismo y tensión por
el partido iban en aumento, por lo que decidí poner rumbo al Olímpico.
Permitidme un consejo, si podéis, id y volved andando, la experiencia mejora
muchísimo. De camino al estadio se puede ver a la perfección el nerviosismo y
la ilusión de la gente. Me crucé con multitud de hinchas en los que se podía
ver una mezcla de sentimientos que venía dada por la importancia del partido
que iban a ver.
Una vez en el estadio el ambiente me cautivó. Niños, jóvenes y mayores
unidos por un sentimiento romanista que es muy difícil de explicar si no se
vive. Sin embargo, el momento cumbre llegó cuando los primeros acordes del
‘Roma, Roma, Roma’ empezaron a sonar. Un escalofrío y un sentimiento de emoción
indescriptible se apoderaron de mi cuerpo. Lo que yo sentí mientras escuchaba
esa canción es algo que todo el mundo debería sentir al menos una vez en la
vida.
Después llegaron los tifos. Impresionantes ambos y que dejaron imágenes para el recuerdo. El partido casi fue lo de menos. Lo que rodeaba al choque en el césped era mucho más intenso que lo que se producía en el verde. Sin embargo, se pudo ver un gran partido de fútbol en el que la Roma mereció un poco más que sus vecinos de la Lazio. La animación de ambas Curvas fue lo que de verdad marcó el encuentro. Cánticos durante los 90 minutos de aficionados de uno y otro equipo que dejaron una estampa preciosa y un recuerdo imborrable en mi cabeza.
El partido terminó y yo sentí que había vivido algo mágico. Porque sí, un Roma-Lazio es algo mágico. No es un partido normal, no es un derbi como otro cualquiera, es un partido de máxima rivalidad en una de las ciudades más bonitas e intensas del mundo. Porque el fútbol no es solo un juego, es algo mucho más grande. Es sentimiento, es pasión, es amor por unos colores. Y todo eso, en un Roma-Lazio se magnifica. Por ello os lo vuelvo a repetir. Amigos, creedme cuando os digo que tenéis que vivir un Derby della Capitale. Al menos una vez en la vida.
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